Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Se sabían todas las respuestas, pero...

Se sabían todas las respuestas, pero...

Carlos Monsiváis lo dijo primero: Cuando tenía todas las respuestas, ¡me cambiaron las preguntas! Frase que parece aplicarse a los intelectuales europeos más renombrados. ¿Quién les cambió las preguntas? Colón, al encontrarse con el Nuevo Mundo: de pronto encontró gente morena y petisa que había construido tres grandes civilizaciones, cuatro si consideramos a los norteamericanos originarios. De inmediato surgió un debate: si esa gente tenía alma, si eran seres humanos. Se dijo que sí, pero eran inferiores a la raza blanca. Los grandes intelectuales europeos dijeron respuestas muy lindas a las preocupaciones europeas, pero se les planteó el problema colonial y entonces dijeron estupideces como la siguiente: Voltaire, el gran dramaturgo, el azote del absolutismo, dijo: Para mí que los negros son el producto de la violación de las muchachas por los gorilas. Hegel dijo: Indios y negros son biológicamente inferiores, incapaces, por tanto, de entender estructuras complejas como la del Estado moderno.

Lo supe recién en 2009, gracias a un artículo de Joan Prats, quien no era comunista, tal vez ni marxista, pero dirigía una revista prestigiosa en Bolivia y murió de infarto después de recorrer 300 kilómetros del Camino de Santiago. Pero le caería muy de gracia que todos los ciclos educativos en Bolivia, ex colonia, eran eurocéntricos, incluida la educación universitaria. Y entonces citó a Voltaire, a Hegel, a Kant, a Renan, a Gobineau, a Thomas Jefferson, a David Hume, a tantos otros, cuyo pensamiento maravilloso tenía todas las respuestas hasta que les cambiaron las preguntas. Veamos, por ejemplo, que Kant decía en su libro “Geografía Física”: (Los negros) nacen blancos, con excepción de los genitales y el ombligo, que los tienen negros. Solo tras varios meses de vida, el color negro impregna el resto del cuerpo. Cuando se queman blanquean y las enfermedades les convierten igualmente en blancos. Sin embargo, los europeos que viven en los trópicos mantienen su color y su figura y solo se convierten en negros tras un par de cientos de años. ¿Cómo llegó a decir esas sandeces alguien que era respetado incluso por Franz Tamayo, acérrimo kantiano? Es que fue profesor de Antropología en Koenisberg, pero nunca salió de ese puerto: le bastaba, dice, conversar con los marineros o leer novelas de otros mares.

Otra fuente inagotable de estupideces es el lingüista Tzvetan Todorov, pero también el mejor investigador sobre el concepto del otro. En estos autores me baso para citar el pensamiento de Occidente.

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