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Redescubrimientos

Redescubrimientos

La malaria era un típico mal del Viejo Mundo (África, Europa, Asia). En el relato de sus viajes, Alcide d’Orbigny atribuía este mal a la ingesta de agua de los arroyos que corrían por las quebradas, y es que por entonces no se conocía el vector de la enfermedad, que es el mosquito Anopheles, el cual inocula diversas variedades de parásitos del género Plasmodium. En Europa era atribuida a las aguas estancadas, pero no se atribuía a los mosquitos; provocaba 2 millones de muertes al año, entre ellas la de Alejandro Magno y Oliverio Cromwell, y había decenas de millones de infectados.

Cuando los europeos la portaron a América en los cascos de los barcos mercantes, los indios rápidamente descubrieron que una de sus medicinas tradicionales, la corteza del quino (llamada quina) ofrecía alivio de los síntomas. Esta corteza producía quinina, el ingrediente activo de la cloroquina. La introducción de la quinina marca el principio de la farmacología moderna, dice Jack Weatherford en El legado indígena.

El quino (o quina) en quechua es corteza, y la bebida se llamó quina-quina (corteza de cortezas) por su poder medicinal. Dos franceses, Joseph Pelletier y Joseph Caventou experimentaron en 1820 la fórmula quechua y, descubierta la quinina le pusieron el nombre de “cinchona”, por la condesa Chinchona, Francisca Henrique de Ribera, casada con un virrey del Perú y residente en Lima a principios del siglo XVII. Ese es el futuro de la vainilla originaria de América, que quiere decir vagina (Qué vaina, chico), lo mismo que un país americano se llama Venezuela porque sus originarios construían casas sobre postes encima del mar: era una especie de Venecia. Todos los frutos y animales originarios eran denominados con diminutivos, como la frutilla, que un francés la “descubrió” en Chile, y como apellidaba Fraise, le puso al fruto su nombre, y por eso los fresas a la frutilla la llaman fresa.

Cientos de cosas que los conquistadores redescubrieron tienen nombres equívocos, como carneros de la tierra a los camélidos.

Caucho es una palabra quechua (cauchuj). Desde antes de los incas, los originarios usaban esa savia para fabricar botas y ponchos para la lluvia y el barro, pero llegaron un par de europeos que iban a medir la línea del Ecuador, “redescubrieron” el caucho y el norteamericano Good Year “descubrió” que combinado con azufre el caucho perdía su olor y era más propicio para fabricar las llantas que hasta hoy llevan ese nombre, cuando los incas ya usaban esa combinación desde hace siglos.

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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