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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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En memoria de Gonzalo Cardozo

En memoria de Gonzalo Cardozo

“Un pedazo de nuestra alma ha comenzado otro tránsito para nosotros, en nuestro mundo andino la muerte no existe, simplemente es un caminar hacia una transcendencia, una transformación, ahora mi Tata es aire, es río, es fuego, es viento, es cielo su espíritu va rodando como las esferas de forma perfecta y natural”, dicen las hijas de Gonzalo Cardozo, el Tata, quien murió este sábado con un tipo de cáncer a la médula ósea que se llama mieloma múltiple. 

Era una personalidad muy respetada en Oruro. Recuerdo que estuve en su museo una noche de San Juan. Todavía vivía Alberto Guerra, conocido antropólogo pero, en realidad, brujo mayor. El Taller de Gonzalo Cardozo tenía una sala repleta de libros, de cuadros de todos los pintores vivos, un espacio lleno de música de los cientos de integrantes de conjuntos folclóricos que lo habían visitado. Una gran pinacoteca, biblioteca y sala de música. Gonzalo era un gran escultor en fierro y en piedra, y vivía feliz rodeado por su esposa y sus cinco hijas, todas mujeres que lo adoraban, incluida su nieta Arawi. No olvido la ceremonia central, conducida por el yatiri personal del Presidente Evo ni la devoción con que todos asistimos al acto, incluso célebres trotskistas que alzaban las manos con gran devoción.

Me sorprendió su muerte  me encantaron las palabras que escribieron sus hijas sobre la muerte andina, que no existe porque todo es aire, es agua, es luz, como era Gonzalo Cardozo.

Gonzalo Cardozo Alcalá nació el 29 de junio de 1954, en Oruro. Fue escultor y fundador del Centro Cultural Catcarve (por Cardozo y Velásquez, apellido de su esposa. Era un auténtico maestro andino. Sus cinco hijas se llaman: Nayra, Wara, Lully, Tania Azul y Kurni; junto a su esposa María Velásquez, estrenaron hace 25 años su casa de familia en el museo del “Tata Gonzalo”. Expuso en Alemania, Francia, China, Argentina, Brasil, Suiza, Bélgica, Holanda y otros países. Ganó premios nacionales en escultura. Era autodidacta; oía el rumr de vida de las piedras, del aire, del agua, de la tierra y el fuego. Quizá por eso enseñó en la Escuela de Bellas Artes. Pero, ante todo, era un patriarca consumado. No había forma de visitar Oruro sin visitar su Taller. A todos los que fuimos nos recibió con alegría y cariño inagotables.

La cultura boliviana y andina ha perdido a uno de sus artistas más notables, sencillo como agua de vertiente, pero con un legado artístico y de amistad inimaginables.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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