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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La guerra del Chaco

La guerra del Chaco

La crisis de 1929 fue mundial. Tres años después, en medio del marasmo universal, la oligarquía se hizo el harakiri en busca de una causa que diera sostén a su Estado: la guerra del Chaco. Nunca fuimos tan pobres y, sin embargo, nos enfrascamos en una guerra muy lejos del occidente del país y con un Estado controlado por Patiño y los Barones del Estaño. Para colmo, ese cónclave nacional desnudó las falencias de un Estado oligárquico que dejó a los combatientes “sin comando ni refuerzo”. Como decía Zavaleta, era un Estado aparente.

Los excombatientes fueron desmovilizados, pero sabían disparar y enfrentarse al enemigo. De este modo, la fuerza combatiente que derrotó al ejército de la oligarquía en la revolución del 52 fue de gente que sabía disparar.

Hay un debate en la izquierda boliviana sobre quién condujo la revolución del 52 planteado para ningunear al MNR. ¿Por qué la clase obrera y el movimiento popular en general entregaron el poder a los líderes del MNR? En la izquierda hay una versión de escamoteo de la clase media movimientista similar a la negación de importancia a Busch y Villarroel. No hay que olvidar que mientras colgaban a Villarroel en complicidad con un partido de izquierda, Pablo Neruda senador saludaba en un discurso la caída del tirano. Incluso la actitud de colgar su cadáver era una versión de lo que hicieron los partisanos con el cadáver de Mussolini. En verdad, el régimen de Villarroel prohijó la fundación de la FSTMB, corazón de la COB, a través de su ministro del Trabajo y convocó y realizó el Primer Congreso Indigenal. Una escritora rescató de la biblioteca del Congreso norteamericano un volante de saludo a los organizadores del congreso, puros militares y un solo civil: el ministro de trabajo de Villarroel. Ambos fueron desafíos a la “rosca minero-feudal”, como llamaban a la oligarquía boliviana prestigiosos militantes del MNR y periodistas. Es posible imaginar que lo colgaron de un farol por eso. Entretanto, el partido de izquierda cogobernó durante seis años con esa rosca y acabó en el basurero de la historia. Con ello pagaba el dogmatismo de la Tercera Internacional, conducida por Stalin, que ordenó a los partidos del mundo afiliados luchar contra el nazifascismo aunque fuera en alianza con dicha oligarquía. No hay por qué quitarles méritos a los militantes movimientistas. Ellos acumularon fuerzas con Busch y sobre todo con Villarroel; redoblaron la acumulación durante el Sexenio y al final fue inevitable que el movimiento popular les cediera el poder.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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