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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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La filosofía

La filosofía

Ser filósofo es preguntarse quién soy, dónde habito y, sobre todo, por qué habito esta parte del mundo. Filosofar es privativo de la humanidad: el mundo de los humanos es desigualitario. Unos viven gracias a otros; eso se ve con el cambio climático, que los países ricos no pueden asumir compromisos en nombre de las transnacionales, porque a ellas les importa nada subir o bajar la temperatura del planeta, con tal de no sacrificar ni un solo céntimo de sus ganancias.

Pero, entonces, ¿por qué nos tocó nacer en un país pobre? Para empezar, no somos enemigos de Occidente: nosotros también somos occidentales, desde el apellido hasta el idioma, no así en las costumbres, pues nuestra sociedad permea las viejas costumbres precoloniales. 

Los filósofos parecen un niño preguntón a quien no le interesan tanto las respuestas, mucho menos las respuestas absolutas y dogmáticas, como las preguntas. ¿Por qué nos “descubrió” el Mediterráneo? ¿Qué edad del mundo abrimos con la plata de Potosí, nuestros recursos naturales y el capital humano volcado a Europa? ¿Por qué los grandes intelectuales de Occidente quieren ignorar esto? ¿Por qué se postulan como historia universal si solo son historia europea? ¿Cómo se fundó la república en 1825? ¿La guerra de la independencia duró 15 años o más? ¿Hubo en ella héroes anónimos o solo los héroes criollos que reconoce la historia oficial? ¿Por qué Bolívar redactó la Constitución de 1826 como su legado mayor a su hija predilecta, cuando excluía al 80% de la población, que eran originarios?

Al postular la patria grande, ¿quería una confederación de repúblicas de blancos? ¿De criollos? ¿Por qué se echó la culpa de nuestra pobreza a los originarios? ¿Por qué el darwinismo social, que se hizo patente en el pasado siglo? ¿Por qué la educación en todos sus ciclos es eurocéntrica?

Estas y otras preguntas similares nos hacemos los filósofos. No queremos respuestas inmediatas, sino que no se ignoren como problemas.

Hay que escribir sobre la vida cotidiana en la precolonia, la colonia y la república: qué comían, cómo era la diferencia entre hijos legítimos y naturales, cómo enfrentaban que a las originarias preñadas ya no las aceptaba la comunidad de origen, menos la sociedad española, y entonces se refugiaban en los suburbios de las ciudades a cocinar, junto a sus hijos naturales. ¿Hay alguna relación entre estas madres solteras y las numerosas pensiones regentadas por madres solteras de hoy? Esta es la historia de los otros.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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