Inseguridad jurídica en Santa Cruz
El comiteísmo ha hecho de Santa Cruz un sitio peligroso para invertir. No solo el que vive el día a día vendiendo baratijas sino el inversor, sea de clase media o acomodada, nacional o extranjero.
Potosinos, orureños chuquisaqueños o cochabambinos han emigrado a Santa Cruz llevando sus capitalitos para invertirlos en terrenos, digamos, en Siete Calles, en los que construyeron edificios que equiparon como hoteles; pero el paro decretado por el comiteísmo por 36 días ha hecho que esos hoteles queden sin alojados, no obstante que algunos tienen 30 dependientes a los que hay que pagar sueldos. Hoy esos hoteles están en venta, porque esos paisanos quieren volver a sus distritos.
Con la inversión extranjera ocurre lo mismo, sobre todo de capitales chilenos que llenaron los suburbios de Santa Cruz de departamentos lujosos, con playas de arena y grandes piscinas. Ellos también se sienten agraviados por el paro, y no solo ellos sino quienes se encargan de vender esos departamentos, al igual que empresas de servicio como agencias de viaje, de turismo o inmobiliarias y otras, que han tenido que cruzarse de brazos por el largo paro.
La prohibición de abastecer al resto del país con carne, pollo y granos, que fue acatada por el comiteísmo, agrava la situación de las grandes empresas cárnicas, las granjas y el grano, cuya gallina de los huevos de oro es el mercado interno; pero además ha abierto los ojos al Beni, otrora aliado de Santa Cruz, pero que hoy ve la solución en un camino directo Cochabamba-Beni por el TIPNIS, del cual solo faltan 30 kilómetros, según una funcionaria que fue a Isinuta por camino pavimentado de doble vía.
Además, el trópico de La Paz garantiza la provisión de carne, pollo y granos. O sea que ya no dependemos de Santa Cruz y en cambio las empresas cruceñas sí de nosotros.
Para mí que los cruceños erraron al preocuparse solo de lo económico y dejar lo político en manos del comiteísmo. Nadie en el país quiere la quiebra de Santa Cruz, sino librarlos de los comiteístas.
Esto se agrava si consideramos a los inversores brasileros, que regulan con sus grandes silos el precio del grano. ¿Qué harán? ¿Cruzarse de brazos?
Los comiteístas están cada vez más solos: ya no tienen el apoyo de los cambas pata amarilla, como conocen a los pueblos originarios, pues estos pertenecen a una Confederación Sindical Única en todo el territorio. A esto se añade la numerosa migración colla que se concentra en el Plan 3000 y otro barrios; y lo peor, que han perdido el apoyo del Beni. Si no fuera por la indiferencia política de los migrantes, ¿qué sería del comiteísmo?
OJO DE VIDRIO
Ramón Rocha Monroy
Escritor, abogado y "Cronista de la Ciudad"