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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El inolvidable Sixto

El inolvidable Sixto

Su vida me duele más que su muerte. Lo persiguió desde chico eso que Nicolás Olivari llamaba La Musa de la Mala Pata. Escuché ese concepto en René Zavaleta, al referirse a Walter Guevara. “A Guevara lo perseguía la musa de la mala pata”. Me pareció un hallazgo, pero veamos cómo surgió.

Olivari era un inmigrante italiano en Buenos Aires, autor de un libro de poemas cojos, descuidados pero rutilantes, que recuerdan la musa de Neptalí Morón de los Robles, y se llama precisamente La Musa de la Mala Pata. Gardel grabó La Violeta, un poema suyo con música de Cátulo Castillo, que hubiera sido muy del gusto de Sixto: “Con el codo en la mesa mugrienta /  y la vista clavada en el suelo, / piensa el tano Domingo Polenta / en el drama de su inmigración. / Y en la sucia cantina que canta /  la nostalgia del viejo paese / desafina su ronca garganta / ya curtida de vino carlón. / E La Violeta la va, la va, la va; / la va sul campo che lei si sognaba / ch’era suo yinyín que guardándola estaba...”

A veces sospecho que Sixto hubiera repetido de memoria la dedicatoria del libro de Olivari: “Dedico este libro, grotesco, rabioso e inútil, a todos los empleados de Comercio de mi ciudad. Pobres seres canijos y dispépticos que nunca conocieron el amor y dividieron la vaguedad sentimental de sus vidas entre el cinematógrafo de barrio y la magnesia calcinada de Carlos Erba. Pobres seres que huelen los versos y mastican la 5ª edición de "Crítica" mientras limpian sus lapiceras en el lamentable relieve de sus traseros afilados por la inminencia de la patada patronal.”

En medio de sus aguafuertes porteños salta la Musa en el poema “La dactilógrafa tuberculosa”: “Eras en tu infortunio, peligrosa, / porque tu condición lata / de económica "Traviata" / te hizo ser la musa tuberculosa / de mi mala pata...”

A Sixto le fascinaba el tango y lo cantaba a la antigua usanza, con voz desgarrada y nasal, y enérgicos rasguidos a su vieja guitarra. Mi noche triste, Mi lindo Julián, Confesión habían fijado el drama de la partida a la guerra y la ausencia de Carmelita. Confesión aludía al retorno del soldado que dio tumbos y bajó los brazos: Yo no sé si el que te tiene así, se lo merece / solo sé que en la miseria cruel que te ofrecí / me justifica el verte hecha una diosa / y vivirás mejor lejos de mí…

Tengo muchas anécdotas de Sixto, mi padre. Yo también me llamo Sixto, Sixto Ramón. Me querían perjudicar. Tal vez lo cuente algún día.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

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