Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 00:15

Encomio de Sandro Patiño

Encomio de Sandro Patiño

No suelo escribir sobre deportes, pero hace muchos años que sigo la carrera espectacular de Sandro Patiño, hoy director técnico del equipo de básquet de la UMSS, que acaba de salir campeón y está integrado por las jugadoras: Marcela Viscarra (Cap), Danitza Parra, Jhoselyn de la Barra,  Jheni Rocha,   Shirley Jaldín, Kimberly Anze,  Ericka Tapia,  Shannon Zurita, Estephanie Terrazas,  Meliza Ríos,  Rebeca Ríos, Gabriela Herbas y Victoria Olguín.

Sandro Alberto Patiño Sánchez dirigió también el seleccionado de Cochabamba y estoy seguro de que tomó como pivote a las jugadoras de la UMSS. Lo conocí muy joven, pero con esa chispa de emprendimiento que tienen los campeones. Creo que jugaba todavía y hoy es director técnico del campeón. 

Son ya muchos años que me reincorporaron a Relaciones Públicas de la UMSS y en ellos he visto desplegarse a esta recia personalidad en casi todos sus alcances. Sandro es un bravo aiquileño y su padre concurre a un sombreado patio donde van los residentes de esa hermosa provincia. Como soy mayor, quisiera relatar cómo conocí a su padre; y para ello, referirme a mi amistad con mi carnal Alfredo Medrano.

Con Alfredo no solíamos festejar la noche vieja, pero nos levantábamos temprano y muy lúcidos el primer día del año a servirnos un caldito rociado con cervezas. Aquella vez, como muchas, fuimos tras de esa silica deliciosa que preparaba doña Emmita en la Plazuela Osorio, cuando vimos a un personaje que cargaba a la espalda un acordeón y, al parecer, se recogía. Alfredo le decía de cariño Jalisco, Jalisco Patiño. Yo lo saludé con respeto y vi que alistaba su acordeón para tocar. Propuse ir al Prado y fuimos, y allá en el Patropi, de mi amigo Neto, pedimos jarras y jarras de chop, de modo que todos los que se acercaban a saludarnos tenían su ración. En eso apareció Mario Catacora, un abogado amigo que ejercía en La Paz y lo atraje a la mesa. Ya se hacía tarde y pedí la cuenta, pero resulta que ya la había pagado Catacora. Me dijo que otros contrataban bandas de música, pero yo un acordeón. ¿Dónde iba a encontrar una mesa con un acordeonista? Siempre me asombró que los cultores de ese instrumento abran y cierren el fuelle sin sentir fatiga. Teníamos un valioso ejemplo en nuestro querido Jalisco, que se había amanecido y entrando la noche del primer día del año seguía tocando.

De esa estirpe es Sandro Patiño, tenaz y decidido como su padre, un célebre caballero aiquileño que era amigo de mi carnal Alfredo y luego amigo mío.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA M.

Escritor, abogado, “cronista de ciudad”

[email protected]