Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Encomio de Philippe Bizot

Encomio de Philippe Bizot

Me lo encontré en casa de mi hija Raquel, donde se alojó en Cochabamba y casi casi no salió, después de que la llamara del exterior para que le organizara sus talleres en la Alianza Francesa y el Espacio Patiño en varias ciudades, compromiso con su Productora T.Ok. Luego se iría a China, donde vive 20 años. ¿Por qué? Porque para cada presentación tienen un máximo o la totalidad de sus requerimientos. Además porque le encanta el pueblo chino y el boliviano, que son “más sencillos”. Por eso visita Bolivia siempre que puede y prácticamente con sus recursos, porque no come casi nada (tóxico): arroz blanco, ensaladas, fruta y atún en conserva. Este discípulo de Marcel Marceau, que heredó su trono, hoy es el mimo más grande del mundo.

Así me lo encontré bebiendo su cafecito a solas, en silencio y fumando. Parecía tan natural, incluido su buen humor, del cual disfrutó mi hija. Pero mis dos nietas, Aroa y Candela hicieron lo suyo. 

Aroa, serena, pianista, reconcentrada y muy crecida, y Candela que es un tormento de 6 años. Ella desarrolló con Philipe una gran amistad. El mimo reía de las cosas que gritaba mi nieta en el baño. Ella se despidió con un abrazo ratificado por mensajes por celular que  hablaban de que se querían mucho.

Candela es un tormento que le dijo a su profesora: ¿Me puedes dejar de joder? Y a Ale, mi nieto mayor, que se quejaba de que Candela hacía mucha bulla le gritó: Te voy a dejar sordo, hdp. A su mami le aplicó también ese apelativo y recibió su merecido.

Todas esas cosas sedujeron a un tipo tan sencillo como Bizot. He leído en La Razón una nota que hizo Ricardo Bajo (a quien aprovecho para saludarlo muy cariñosamente). Por ella sé que en China lo espera su compañera y que enseña en una escuela estatal, entre muchas cosas y juicios.

Cierta vez, cuando era biciministro fui al Festival de Sucre y de ahí en taxi a Potosí, vestido de camba, pero tenía que asistir a la presentación de Bizot en el helado Teatro IV Centenario. A media función el público huía del frío y hacía chirriar el maderamen del piso. Bizot cortó la función y se dirigió amablemente al público: que salieran todos los que pudieran, pero que quienes se quedaran lo hicieran en silencio.

Al final del magnífico espectáculo, pedí que me llevaran a un restaurante con calefacción central. Magnífica función y magnífico final.

OJO DE VIDRIO

RAMÓN ROCHA MONROY

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