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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Comer y descomer

Comer y descomer

Me preguntaron en la Feria del Libro de La Paz por qué literatura y gastronomía. No dudé un instante en decir que mi prosa era visceral porque yo escribía con todo el cuerpo, y eso porque he superado el dualismo de Occidente, que divide cielo e infierno, vida y muerte, hombre y mujer, pecado y gracia, y para quien la materia es inerte, la cárcel del alma, y el arte es un comercio con las musas totalmente espiritual, sin que la materia tenga nada que ver.

Sin embargo, no hay actitud existencial más importante que comer: qué voy a desayunar hoy, qué almorzaré, qué cenaré. Y así todos los días.

Pero la presión no se reduce a comer sino también a descomer, a entrar al baño, a hacer del uno, del dos o ducharse, a ponerse desodorante, a perfumarse si tienes con qué. O dormir, que es también la máxima pulsión existencial. Desafío a hacer arte a quien tiene hambre, quien no sabe qué comer pero a quien le impiden descomer, es decir, cagar y mear. Quien tiene sueño y hace días que no duerme. Para que vean cómo la materia alimenta el espíritu y solo con el hambre sosegada y bien en el baño puedes producir arte.

Quizá por eso lo que más agrava el encierro, sea de preso político, de torturado, de preso común, de internado en un hospital o un psiquiátrico, son las necesidades fisiológicas, las necesidades del cuerpo. Si eres preso político no sabes qué vas a desayunar, qué almorzar, qué cenar, pero lo peor es que te ponen una lata para tus necesidades y no tienes con qué limpiarte. Sudas de miedo y no tienes desodorante. Hiedes como hiede el cuerpo. Recordemos que a Oscar Wilde lo tomaron preso por homosexual en la época de la reina de Inglaterra más hipócrita y canalla que hayamos conocido, aquélla que hizo crecer a Inglaterra de menos de 200.000 km2 a 32 millones de km2 con el mundo de las colonias. Pues bien, lo que más agravaba el encierro de Wilde, un tipo tan fino, era que tenía que meterse en un barril donde antes habían entrado 170 presos comunes y se habían lavado con jabón de lejía. Esa humillación lo llevó a la tumba.

Me pasma cómo el arte no contempla el cuerpo, cómo los superhéroes de historieta o de cine (Superman, Linterna Verde, Star Trek) luchan con espadas flamígeras, vuelan, hacen ejercicios imposibles y sin embargo jamás sudan, jamás les huele el cuerpo, nunca preparan su comida ni comen, ¡y nunca descomen!

Descomer es un placer tan fuerte como comer en una buena mesa. O dormir, uno de nuestros máximos placeres y una de nuestras necesidades básicas.