Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 03:42

100 días después

100 días después

Más de 100 días han pasado desde el primer caso de coronavirus en el país y la situación es alarmante. Hasta la fecha, en Cochabamba, un promedio de 15 personas mueren por día. Sí, por día en Cochabamba 15 personas mueren en una lucha desigual y solitaria contra el coronavirus. Dejan de respirar en las clínicas, donde no hay suficientes equipos, mueren en sus casas, porque cien días después no se han habilitado espacios de aislamiento, algunos mueren en las calles, porque las pruebas van muy lento cuando el virus consume la vida muy rápido.

Todos los días, el Gobierno nos ofrece cifras oficiales que dan cuenta de la cantidad de personas sospechosas de tener el virus, de las personas enfermas, de los fallecidos y de los recuperados. Pero se han acostumbrado a la frialdad de los números, a los que no les dan vida, cuando son vidas las que hacen esos aterradores números. Son muy pocos, poquísimos, los medios de comunicación que han dejado de transmitir las cifras exactas en tono de discurso oficial, para explicarnos lo que estas significan. Son los relatos desgarradores de familiares de los fallecidos los que humanizan las cifras, para recordarnos que mañana podríamos ser nosotros o los nuestros. Son 15 familias que cada día lloran la muerte de su ser querido de lejos, mientras peregrinan en riesgo por un espacio para enterrarlo, porque cien días después, no se ha habilitado un lugar especial para la sepultura de los fallecidos con COVID-19. Cada día mueren 15 personas, y un solo horno crematorio funciona las 24 horas del día para quemar tres cuerpos, mientras el dinero espera voluntad política para comprar nuevos hornos.

Nos han dado bonos, han televisado entregas de equipos para hospitales y nos han repetido muchísimas veces que la salud es primero, todo para hacernos creer que nos están cuidando, cuando la realidad son los números llenos de muerte, que nos muestran que siempre hemos estado solos.

Una vez más, ha campeado la corrupción y nos quedamos sin plata y sin respiradores, solo con el pomposo anuncio de que las investigaciones avanzan y que podría tratarse de una nauseabunda movida  política. Bajo el eslogan de “La salud primero”, se entregan equipos que se arruinan antes de salvar vidas y que dejan desarmados a nuestros galenos, que desde siempre no tienen lo suficiente para trabajar.

Está claro que estamos solos, que no podemos confiar ni en el Gobierno central ni el municipal, que hace rato llevan una risible contienda verbal. Menos podemos esperar algo del Gobierno departamental, que ha brillado por su ausencia. Cuesta creer que estas autoridades no asuman sus responsabilidades aun viendo que su pueblo se está muriendo. Que Dios nos proteja, porque en Cochabamba estamos solos.