Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

Violencia y política: sobre la coyuntura política norteamericana (II)

Violencia y política: sobre la coyuntura política norteamericana (II)

En el anterior artículo se había afirmado, sobre la base del pensamiento político de Hannah Arendt, que la violencia colectiva, como fenómeno humano, no carece de cierta racionalidad instrumental. Por otro lado, se apuntaba también que el sostenimiento de esta racionalidad es especialmente precario, dada la tendencia de los grupos sociales al ejercicio excesivo o generalizado de la violencia, lo que hace que el acto violento, en tanto medio, pierda de vista su “fin” y se transforme en “lógica” del accionar colectivo. Se retoma aquí la exposición desde aquel punto. 

3. La violencia, a pesar de su inherente racionalidad instrumental, es apolítica, siempre que (como en el caso de Arendt) se entienda por político el carácter esencial de las acciones o estructuras que tienen a la “concertación” como nota dominante.

“Concertar” no es acordar, sino también discordar. Para la autora alemana, la comunicación (y la incomunicación que le es intrínseca) son la “lógica” de la dimensión propiamente política de un colectivo. En este sentido, debe advertirse que la violencia no “delibera” sus fines. Esta aparece, más bien, cuando los fines ya han sido asumidos (del modo que fuera) y se plantea como el medio más directo, rápido y unidireccional para conseguirlos.

4. Es posible que la violencia cumpla un papel en las transformaciones sociales (supongamos, la destrucción de los símbolos de la distribución asimétrica de oportunidades en la sociedad o la obtención de una mayor apertura de ciertas élites políticas a la negociación) pero es absolutamente incapaz, por sí misma, de construir instituciones políticas. Esto es particularmente importante a la hora de interpretar el decurso de movimientos civiles que ejercen violencia en contra de un sistema “intolerante”. 

La única forma de establecer la “tolerancia” como base constitutiva de una sociedad es a través de las mediaciones institucionales de la política, que promueve el doble movimiento de la comunicación y la incomunicación con “el otro”. La “intolerancia” (como incapacidad para “mediar” con el otro) es un dato central de la violencia, por lo que, de nuevo, esta (por sí misma) es incapaz de transformar estructuralmente la nota “intolerante” del sistema que se intenta modificar.        

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

[email protected]