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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Contra la “teología política” boliviana (II)

Contra la “teología política” boliviana (II)

El entendimiento maniqueo de la realidad es, probablemente, uno de los esquemas religiosos fundamentales heredado y reconfigurado por el imaginario político secular moderno. Su rasgo elemental es la concepción del mundo como un escenario dividido radicalmente entre “buenos” y “malos”. Claro está, por otra parte, que dicha representación simplificada de la experiencia dista de las complejidades de la comprensión cristiana original del bien y del mal, que tiene precisamente en las objeciones de San Agustín al maniqueísmo uno de sus episodios más notables. En tal sentido, es claro que el movimiento de traslado de conceptos desde el espacio religioso hacia el ámbito político-secular supone paralelamente la transformación (muchas veces tajante) de lo así trasladado. En el caso de la actual Bolivia, la manifestación genética (y por ello rudimentaria) de este imaginario maniqueo data de la conquista y del posterior periodo colonial. El dinamismo de este proceso complejo y multidireccional de transformación de la idea religiosa en idea política puede ser descifrado a partir de la evolución de la figura del actual “Tata Santiago”. La primera resignificación local importante de la figura del apóstol Santiago el Mayor fue operada durante el proceso de colonización de las tierras americanas, donde la leyenda medieval de Santiago Matamoros fue adecuada al nuevo contexto bajo la forma de Santiago Mataindios. Ya es notoria aquí la tendencia que caracteriza la conversión del imaginario religioso en imaginario político: la misión cristiana original de extensión de la luz del evangelio hacia todos los pueblos de la tierra se ve modulada en clave de confrontación bélica con lo no cristiano para las campañas militares. A partir de ese punto, la estabilización del poder monárquico-colonial en América se dio estrecha y progresivamente ligada al triunfo relativo de una determinada inflexión política del imaginario cristiano. En contra de esta tendencia hacia la subordinación del mensaje religioso a los propósitos terrenales, por otro lado, se emplazaron figuras como la de Bartolomé de las Casas. En cualquier caso, la consolidación de una sociedad colonial jerárquica rematada por el imaginario teológico-político de la autoridad real frente a los “infieles” (indios, en su enorme mayoría) tuvo como resultado la consolidación de un esquema en el que la rectificación del orden tradicional se confundía con el “bien”, mientras el cuestionamiento de este caracterizaba al “mal”. Por supuesto, este esquema puede haberse renegociado, invertido o reinterpretado durante el proceso de independencia, pero, en lo esencial, su configuración se mantuvo y acompañó a la necesidad criolla de perpetuar la estructura jerárquica de la sociedad colonial en el periodo republicano.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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