Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La radio como matriz de lo nacional (III)

La radio como matriz de lo nacional (III)

El clásico concepto de “comunidad imaginada” de Benedict Anderson sigue siendo uno de los más productivos y profundos a la hora de pensar las identidades nacionales modernas. Esto, por supuesto, no quiere decir que el mismo carezca de importantes problemas, especialmente para comprender realidades heterogéneas como la nuestra. Es difícil pensar que en un escenario de permanente disputa por la hegemonía del sentido como lo es “Bolivia” (en tanto formación discursiva y, por ello mismo, en tanto horizonte de la conciencia colectiva), pueda darse una homogeneidad en la representación de lo nacional (como Anderson parece asumir a momentos).
El proceso concreto de construcción parcialmente fragmentaria y parcialmente convergente del horizonte de sentido “nacional” en el caso boliviano se dará en el espacio medio de disputa entre la narrativa hegemónica del Estado del 52 (en su faceta “reaccionaria”) y la narrativa contra-hegemónica del proletariado minero. En los anteriores artículos se ha considerado cómo lo importante de este fenómeno no es la discursividad en sí sino el campo de significación en el que los discursos adquieren sentido. Solo a partir de la aparición de la radiofonía existe una fuerza comunicacional capaz de crear un marco semiótico con la suficiente fuerza para englobar a una mayoría de “Bolivia”. En tal sentido, es en el conflicto radial entre el Estado y los mineros que se construye una visión compleja de los múltiples actores de la sociedad boliviana.
En el antagonismo entre el MNR y las organizaciones sindicales mineras, uno de los discursos que el gobierno trató de imponer por la vía de la radio durante la segunda mitad de los 50s se basaba en la caricaturización del colectivo minero como un grupo humano muy bien pagado, brindado a los vicios y gestor del desorden en la economía nacional. Esta imagen, que apuntaba a los sectores urbanos como receptores, sin embargo, fue inmediatamente disputada por el proletariado minero que se valió de su ya importante práctica en las tecnologías radiales para llegar a las ciudades y discutir las narrativas oficialistas.
En ese momento, un complejo proceso se conjuga en dos direcciones. En primera instancia, el horizonte homogéneo de “lo nacional” que se había construido en las ciudades a partir de la hegemonía gubernamental sobre el periódico y la radio queda complejizada: una nueva voz, contra-hegemónica en este caso, hace su aparición como voz subalterna de la nación. Pero al mismo tiempo, para los grupos mineros, la radio empieza a trascender su mera función organizativa y en el intento de interpelar a la “totalidad” de Bolivia, este colectivo social re-elabora su papel (ya ideológicamente asumido) de “vanguardia” de lo nacional, de punta de lanza de la totalidad.
Bolivia, en este sentido, siempre ha sido el escenario dialéctico en el que la lucha de parcialidades se constituye en la única esencia de la “unidad” nacional.

SIN ASIDEROS

Oscar Gracia Landaeta

Filósofo
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