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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La proliferación del pensamiento ideológico

La proliferación del pensamiento ideológico
En su libro “Los orígenes del totalitarismo” (1951), la filósofa alemana Hannah Arendt reinterpretó el concepto de “ideología” empleándolo para explicar uno de los fenómenos políticos centrales de la dominación totalitaria. Según Arendt, las ideologías son explicaciones totales de la realidad que se imponen a los individuos como un“movimiento del pensamiento” desplegado a partir de una idea madre. En los casos concretos estudiados por la autora, las ideologías nazi y estalinista crecían respectivamente a partir de las ideas nucleares de raza y clase. El “movimiento” surgido de dichas premisas adquiría, por otra parte, la forma de una narrativa centrada en la “lucha” (de razas o clases) que permitía a los individuos sujetos a estas ideologías una explicación instantánea y simplificadade toda experiencia a la que hacían frente. Así puedeexplicarse el hecho de que inmensas masas de personas hayan permanecido fieles a los regímenes de Hitler o Stalin incluso frente a la evidencia fáctica de sus crímenes o sus mentiras: todo evento era solo otra confirmación de una historia consabida. Sin la radicalidad de los ejemplos analizados por Arendt, en Bolivia se ha registrado, en el último tiempo, una enormeexpansión de este modo “ideológico” de pensamiento. Con aparente espontaneidad, se han desplegado dos narrativas que aspiran a una explicación total de la experiencia política y que, capturando a crecientes sectores de la población, hanpermitido a cada grupo no encontrar en los sucesos de la realidad más que la confirmación de su propio relato. Uno de estos marcos ideológicos es el sostenido por los sectores afines a Evo y se afirma sobre la narrativa del “golpe de Estado”, el otro, es reproducido por los que se oponen al MAS e hilvana su ficción en torno a la “lucha popular contra la dictadura”. Ambas explicaciones tienen en común el hecho de desvincularse de la realidad para escapar a sus aspectos problemáticos, brindando así a los individuos el consuelo de vivir en un mundo “coherente”, en el que existe lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo blanco y lo negro. Ambas explicaciones tienen la ventaja, además, de entregarle al dogmático un evangelio en lugar de una responsabilidad política.