Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 18 de abril de 2024
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La presencia del “otro”: apuntes para una valoración del caso boliviano (2)

La presencia del “otro”: apuntes para una valoración del caso boliviano (2)

Los avances técnicos de los medios de comunicación a partir del siglo XV nos han conducido a vivir, hoy en día, en una “realidad mediática” (J.B. Thompson). Esto quiere decir que solo una parte de nuestra experiencia se halla “localizada” en el espacio material en el que nos desenvolvemos. Tal elemento local, inherente a lo que vemos en las calles, hablamos con nuestros pares o palpamos en el escenario cotidiano, se halla englobado en un conjunto de parámetros simbólicos que organizan la vivencia colectiva moderna. Así, nosotros podemos “limitarnos” a caminar una calle, pero es esencial a ese “caminar” que la calle forme parte de una “zona”, de un “departamento” y de un “país” que es (o no) el nuestro.
Entendiendo que nadie conoce cada metro cuadrado del espacio físico de su país o su ciudad, estos parámetros (que definen la experiencia) no han surgido, ellos mismos, de una experiencia. Se trata de marcos meta-tópicos que se normalizan en nuestra comprensión a través de la educación oficial y del contacto rutinario con los medios de comunicación. Si bien es cierto que la historia o la geografía de “nuestro” país son incorporadas a nuestra comprensión por el sistema educativo, es en la dinámica de la televisión y en el intercambio de las redes sociales donde las ideas “Bolivia” o “bolivian@” adquieren un contenido vivencial específico y definen la forma inter-individual de imaginar la realidad espacial.
En los últimos 50 años, la tecnología ha complejizado enormemente la experiencia que de Bolivia tiene cada bolivian@ en dos sentidos básicos: introduciendo en ella contenidos del “mundo” foráneo y visibilizando en ella contenidos internos anteriormente velados. Ahora bien, este potencial “enriquecimiento” vivencial de la experiencia vino acompañado, en todo el mundo, de una radicalización de las “lógicas” del consumo. En la inmediatez de la época en que vivimos, todo se ve a la manera de un producto de mercado que agrada o desagrada y cuya valoración, por ser inmediata, no requiere mayor esfuerzo cognitivo.
Sobre la base de estas tendencias se han incorporado desde “el exterior” a nuestra vivencia los colectivos y discursos feministas, el accionismo LGTBIQ, el “libertinaje” europeo, los debates sobre el aborto, etc. Por otra parte, desde “el interior” del país ha resaltado la aparición protagónica que, a partir de la década de los 90, tuvieron los grupos indígenas y campesinos, así como el activismo de otras varias plataformas.  En cada uno de estos casos (y en la mayoría de las personas del país) estos nuevos contenidos han generado las reacciones típicas del consumidor frente al producto: un rechazo inmediato e irreflexivo en algunos casos, una aceptación descontextualizada y dogmática en otros.
Lo que el racismo, la homofobia, el machismo y el tradicionalismo “naturales” de una gran parte de nuestra población tienen en común con el discurso indigenista romántico, el “progresismo” dogmático y el vanguardismo visceral de otros sectores del país es que ambas son posturas de consumo antes que posiciones políticas. Este es el producto natural de un mundo de tecnologías de la conexión que facilitan el contacto entre actores diversos pero que dificultan los procesos de comunicación ell@s.


OSCAR GRACIA LANDAETA
Filósofo
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