Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Sobre la “mediatización” de la política

Sobre la “mediatización” de la política

El reciente “bochorno” mediático de Marco Antonio Pumari (sobre el que no vale la pena desperdiciar texto) brinda una oportunidad inmejorable para pensar la forma en que “los media” han reconfigurado los escenarios y las lógicas políticas contemporáneas. 

Actualmente, la dinámica más importante que una agrupación política debe conducir se basa en 1) concentrar la atención pública sobre determinados aspectos de sus candidatos y 2) asegurar que la “impresión” brindada por ellos (tanto en términos discursivos como de imagen) responda a “aquello” que los electores desean. Esta “lógica” de la campaña política actual se distingue de las prácticas anteriores, en las que el apoyo popular se lograba principalmente en reuniones, concentraciones y concertaciones mediadas por grupos orgánicos (sindicales, partidarios, etc.).

El proceso de creciente urbanización, por un lado, y el despliegue generalizado de los medios de comunicación masiva, por otro, han trasladado (hace ya décadas atrás) el “juego” político desde los escenarios “tradicionales” de negociación hacia los espacios de consumo individual (la televisión, las redes sociales, etc.). 

Esto elimina (parcialmente) la influencia de las agrupaciones intermedias y transforma el proselitismo en una cuestión restringida (primariamente) al candidato y al elector.      

Uno de los grandes problemas de esta nueva circunstancia es su tendencia a la simplificación de la comprensión política del ciudadano. 

La experiencia en un espacio político de negociación, conflicto y acuerdo (alejándose, por supuesto, de cualquier “idealización” de la democracia directa) introduce al ciudadano tanto en las complejidades como en las frustraciones reales del contacto con los otros. 

Por otra parte, la experiencia individual “simbólica” con el espacio discursivo de la política mediática reduce la apreciación ciudadana 

de la política a un conjunto de notas categóricas y caricaturales. Ahí es donde empiezan a reinar la utopía y la radicalidad.

Solo en un ámbito en el que tal mediatización ha primado por sobre cualquier experiencia real del complejo y problemático contacto con el que “no soy yo” y “no se parece a mí” pueden tener sentido la ridícula frase “unidad por Bolivia”.