Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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El liderazgo cruceño

El liderazgo cruceño

No es poco claro para cualquier persona que conozca medianamente la historia de Bolivia, que este país giró, durante la mayor parte de su existencia republicana, en torno al eje político, cultural y económico de la zona occidental. No es sino bien entrado el siglo XX que Santa Cruz comenzará a integrarse verdaderamente al circuito material y económico boliviano y, en las últimas décadas, a afirmar su protagonismo en la arena política nacional.

Ahora bien, hablar de la conformación progresiva de una nación no es referirse únicamente a sus procesos de integración material sino, sobre todo, a los imaginarios que definen la experiencia individual y colectiva de pertenencia a una misma comunidad. En este sentido, la formación de la “comunidad imaginada” nacional durante el siglo XIX, pero también durante el XX, nunca supo asimilar productivamente los rasgos del oriente boliviano a la narrativa de “lo boliviano”. De tal forma, la propia y pujante Santa Cruz se vio empujada a la formación de una auto-representación regional muchas veces dispuesta a contrapelo de “lo boliviano”.

Claro está que esta circunstancia es dinámica y que puede claramente variar de acuerdo con la coyuntura (como al parecer lo hizo en 2019), pero, en general, la narrativa que brota de las reivindicaciones cruceñas es difícilmente conjugable en un lenguaje “nacional”. En términos sencillos, Santa Cruz parece carecer de una estructura representacional y discursiva que le permita afianzarse como vanguardia de un proyecto nacional. Esa es, de hecho, la gran virtud (y la gran limitación) de la figura de Luis Fernando Camacho: en su perfil se resume la circunstancia cruceña con relación al resto del país.

Puede que, después de un trabajo muy perspicaz de comunicación política, se pueda motivar a una población (la de Santa Cruz) para la movilización en pro de algo que, en primera instancia, resulta bastante abstracto: un censo. Pero para construir una estética política eficiente (y en comunicación política la estética lo es todo) se tendrá que conjugar la idea del censo como un “instrumento” para la “reivindicación cruceña” frente al “centralismo”. En ese mismo ejercicio, la consigna pierde ya su alcance nacional. Es casi como si, en orden de convertirse en un “líder” para el país, Santa Cruz debiese renunciar a lo más propio de su auto-representación regional. Algo a todas luces impensable.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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