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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Leyes y ciudadanía

Leyes y ciudadanía

El notable crecimiento de la visibilidad de la opinión pública producto de las tecnologías de la comunicación se ha convertido en un elemento fundamental del escenario político contemporáneo. Tal fenómeno ha reconfigurado de un modo importante la percepción ciudadana sobre la validez de la ley. Anteriormente, la aceptación más o menos pasiva de la legalidad general era uno de los fenómenos correlativos a una especie de apatía que caracterizaba la actitud de la sociedad civil frente a virtualmente todo “lo político”.

De cualquier forma, el nuevo contexto porta, como no podría ser de otra forma, tanto oportunidades como amenazas muy serias. Por un lado, el desinterés ciudadano regular por el juego político se ha transformado, gracias al influjo de las redes sociales, en un activismo importante que acerca las cuestiones públicas a las posibilidades prácticas de los individuos. Por otra parte, sin embargo, por su excesiva apertura a las posiciones críticas del ámbito popular, las leyes han empezado a carecer de un sentido de estabilidad o solidez que les permita fungir como límites estables dentro del marco social del país.  

Es curioso, en este sentido, que la concepción general de la ley como expresión de la voluntad popular sea precisamente la condición sobre la cual se asienta esta nueva inestabilidad. Dado que en el escenario de la comunicación se disputa el sentido de lo que signifique “voluntad popular”, las redes sociales y otros ámbitos comunicativos se han convertido en la arena dinámica en la que se define la validez de la ley. En este sentido, aquel sector que se adjudique la “victoria” en la batalla por la posesión del reconocimiento como pueblo es el que puede decidir qué leyes tienen validez y qué otras deben ser descartadas.

Sin embargo, algo que nos debería haber enseñado la experiencia con los nuevos sistemas de comunicación es que, en ellos, nadie triunfa en la disputa mediática porque todos funcionan desde la seguridad de que su postura es la única que se ajusta al sentido de la realidad. De tal forma, coexistirán siempre en este escenario múltiples voces excluyentes entre sí que, por otra parte, considerarán su plena legitimidad para obedecer o desobedecer las leyes que, según ellos, no podrían si no ser una manifestación de su propia voluntad.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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