Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

¿Por qué ganó el MAS y cómo se configura el nuevo escenario?

¿Por qué ganó el MAS y cómo se configura el nuevo escenario?

El recuento oficial de votos realizado por el Órgano Electoral Plurinacional ha consolidado la victoria contundente del MAS en las recientes elecciones con cerca del 55 % de la preferencia electoral a nivel nacional. Sumado a esto, el reconocimiento casi unánime de la legalidad de la elección que han realizado los partidos políticos involucrados en la fiscalización del proceso y las instancias internacionales respectivas permite tener una base sólida para rectificar los resultados del informe final del OEP. Por supuesto, la aparición de voces en desacuerdo con la forma de la elección, apoyadas además por la desinformación gestada en las redes sociales, es un elemento natural de cualquier proceso electoral contemporáneo, especialmente en un país con un clima pre-electoral tan febril como el nuestro.

En cualquier caso, cabe ahora analizar las razones fundamentales de la variación en la preferencia electoral nacional registrada entre fines de 2019 y fines de 2020. Dicha variación se definiría básicamente por un incremento de entre 8 y 10% en la votación del MAS y un descenso de entre 5 y 7% en la votación de CC. En tercer lugar, aparecería la candidatura de Creemos que ha consolidado un voto importante en el oriente del país y bordea el 15% de la votación nacional.

Creo que las tendencias principales descritas en dicho retrato son perfectamente explicables a partir de un elemento básico: las fluctuaciones en el voto final de un grupo urbano de clase media que podría denominarse “progresista” o “de izquierda”. Así, en primera instancia, es importante advertir que el desface entre los resultados de las encuestas previas a la elección y la elección en cuestión responden al hecho de que una mayoría importante de los votantes indecisos decantaron su apoyo en favor del MAS. Este tipo de conducta (que va de lo indeciso hacia “la izquierda”) no es propia de ninguno de los “votos duros” que se registran en el país y a los que se hará referencia más adelante. Todo apunta, por otro lado, a que este mismo sector de la población habría apoyado mayoritariamente la candidatura de Carlos Mesa en 2019. Esta variabilidad en la intención de voto de una parte de la clase media urbana no es extraña si se considera un dato fundamental: la profunda crisis de legitimidad que impregnaba la candidatura de Evo Morales el año pasado. En la figura del expresidente y de su partido en general se condensaban tanto el estigma del desconocimiento de los resultados del referéndum del “21 de febrero” como el desgaste de casi una década y media en funciones de gobierno. Estos dos factores alejaron a los sectores urbanos progresistas del MAS.

Ahora bien, es indudable que el Movimiento Al Socialismo posee un voto duro relativamente invariable en el área rural y en algunas zonas urbanas específicas y, en este mismo sentido, es innegable que en las ciudades capitales del país existe un voto intransigentemente contrario al MAS, mismo que es capitalizado periódicamente por las fuerzas políticas de oposición. Frente a estas posturas inamovibles, sin embargo, se alza el grupo arriba mencionado, un colectivo constituido por elementos urbanos diversos (intelectuales, artistas, profesionales, etc.) que, por formación intelectual, tradición familiar o incluso por preferencia ética (o estética) tiende hacia posiciones que podrían considerarse “de izquierda”. La variación en el voto de este grupo, sumado a la correlación de fuerzas entre los “votos duros”, fue decisiva tanto para permitir las victorias electorales del MAS como para precipitar su fracaso en la elección de 2019.

¿Cómo fue que Mesa perdió el apoyo de esta clase media progresista entre 2019 y 2020? Existen dos razones que lo explican. La primera es la forma en la que aconteció la caída de Evo Morales. Toda la crisis social y política de finales de 2019 vino acompañada de una simbología rimbombantemente “derechista”. El protagonismo militar, los excesos religiosos, la quema de símbolos indígenas y las declaraciones erráticas de los miembros del gobierno de transición impusieron nuevamente en el espectro político nacional la vieja antinomia entre “facho” y “zurdo”. Por ello, el sector urbano “progresista”, cuya preferencia había tendido hacia Carlos Mesa en 2019, parece haberse convertido mayoritariamente en un voto conscientemente “anti-facho”. Por otra parte, un segundo factor explicativo se halla en la conducta del propio Mesa que, a diferencia del año pasado, adoptó para esta elección una estrategia de campaña en la que el elemento programático, conciliador y “centrista” de su partido quedó relegado a un segundo plano frente a una retórica ciertamente maniquea y radicalmente anti-masista. Este comportamiento se hizo extremadamente notorio en los diferentes debates que se registraron entre los candidatos de cara a las recientes elecciones.

En este sentido, el candidato de CC, con el discurso del voto útil, olvidó que en las ciudades existe un voto fluctuante que no es cerradamente contrario al MAS y que desprecia cualquier proximidad con una derecha demasiado explícita. Haciendo de la oposición al MAS el centro de su campaña, Mesa llegó a plantear la idea de que los “14 años” del gobierno de Evo Morales fueron homogéneamente negativos para el país, una simplificación histórica que el sector urbano “de izquierda” no está dispuesto a aceptar bajo ninguna condición. Por ello, la racionalidad que había diferenciado a Mesa de “los otros partidos de derecha” dejó de caracterizar a CC en esta elección. El error de Mesa, en este sentido, fue reducir la complejidad del área urbana a la idea de un solo bloque de votantes “duros”.

Considero que dicho análisis, por otra parte, no deja de arrojar luces de esperanza para el futuro político del país. El voto que le dio la victoria al MAS (y que en consecuencia puede quitársela en las futuras elecciones) es un voto no ideológico sino reflexivo y altamente variable, un voto que estará atento al comportamiento del futuro partido de gobierno en relación con temas cruciales como la figura de Evo Morales, las conductas antidemocráticas o la corrupción. A esto se suma, además, el hecho de que CC está constituido por un elemento humano que es potencialmente decisivo para la consolidación de una oposición verdaderamente respetuosa de la institucionalidad democrática, así lo demuestra su aceptación decidida de los resultados de la elección reciente. Este doble elemento de fiscalización debería condicionar el accionar del MAS, favoreciendo una gestión en la que se recuperen las prácticas democráticas y se represente verdaderamente la diversidad del país.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

[email protected]