Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Expresión, comunicación y ciudadanía (2)

Expresión, comunicación y ciudadanía (2)

Está claro que mejores posibilidades de expresión individual (ampliamente permitidas por las redes sociales en la última década) no son, per se, sinónimo de una comunicación más profunda. De hecho, parecería ser que la excesiva simplificación de los procesos de expresión puede generar una falsa certeza respecto de las realidades de la comunicación. En este sentido, es importante recordar que la comunicación siempre comporta dificultades, incomodidades y tensiones que son propias del movimiento de “salir de uno mismo”.

La comunicación no es comunión ni transparencia, es mediación y entendimiento de las distancias. Por ello, la comunicación es más propiamente una mediación, un proceso dinámico por el cual se alcanza que las distancias esenciales y constitutivas de la vida colectiva no se amplíen ni reduzcan al punto de aniquilar la pluralidad de un grupo. Pensar la distancia como definitiva o insalvable es disolver el “acto” de la comunidad, pero no lo es menos pensarla como un accidente, cuya eliminación podría alcanzar la unidad absoluta (el sueño totalitario por excelencia). Precisamente por no encontrar un fin ni en la desaparición ni en la sacralización de las distancias, sino en su precario sostenimiento perpetuo, la comunicación no es un medio para algo fuera de ella misma, sino la consumación de un rasgo ontológico esencial de todo grupo humano.

Ahora bien, la tarea del ciudadano es principalmente la de la comunicación. Por ello, la conformación de los poderes públicos a través del voto no representa, para el sostenimiento de una comunidad, tanto como el ejercicio activo de una comunicación múltiple que vivifique la existencia grupal. Apelando únicamente al voto, la ciudadanía cae en la ilusión de pensar que una buena “elección” puede aligerarle la “carga” de la política, removiendo de su espalda el indeseable peso de la mediación. Sin embargo, el peso de la política es el peso exacto de la comunicación y aquello que se gana aligerando la dificultad del encuentro con el otro se pierde en la reducción de la capacidad humana de adecuarse a un mundo cuya riqueza está hecha de distancia y resistencias.

Así, la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas en la Bolivia de hoy no tiene un mundo complejo (porque es la comunicación lo que da cuenta de la complejidad de nuestro escenario), tiene una caricatura en la que hay “hermanos” y “enemigos”. En el primer caso, no se discute nada porque todo ya está entendido en el guiño alegre que se le hace a una misma bandera. En el segundo, no se discute nada porque no hay nada que discutir con “ellos”. En ambos casos, la atrofia de la ciudadanía es el problema real de un país que no termina de tocar fondo.


OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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