Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El dogma de la cuarentena rígida

El dogma de la cuarentena rígida

En Bolivia existe desde hace mucho (pero mucho) tiempo un apetito enorme por las soluciones absolutas. Se busca que el remedio a los problemas del país provenga de una “decisión”, un acto tomado desde la “altura” de una posición incuestionable y manifestado con la fuerza y resolución de lo soberano. Todo ese imaginario, por otra parte, presupone la existencia de una verdad absoluta en virtud de la cual actuarían el o los ejecutores de tal solución.

La nueva expresión de este “horizonte” regular de comprensión de la política boliviana ha encontrado su sentido en el marco de la pandemia. Para un sector importante y probablemente mayoritario de la población urbana, la “decisión” incuestionable del momento es la “cuarentena rígida” propuesta por el Colegio Médico y la “altura” desde la que se pretende impulsar dicha medida es la indudable “competencia” del sector médico del país sobre estos temas. “El médico”, se dice, habla desde una verdad indubitable: el que la protección de “la vida” (o “la salud”) de la población requiera medidas absolutas. Uno puede imaginar, a la sazón, que la fuerza imponente de este orden no podría ser otra, en la mente de estas personas, que la de la policía y las FFAA.

Como todas las simplificaciones que aligeran la comprensión de los problemas colectivos, esta suerte de mitología oculta más de lo que esclarece. La “salud” y la “vida” de un pueblo son conceptos sumamente complejos que trascienden por mucho la realidad puramente médica. El sostenimiento de la salud de una colectividad depende de una base de estabilidad económica, política y jurídica tanto como de una fuerte estructura sanitaria. Como no tenemos claridad respecto de si una cuarentena rígida (centrada únicamente en la dimensión “sanitaria”) puede quebrar las bases económicas (mayor recesión económica, desempleo y precariedad en las condiciones de “vida” de la población) o políticas (conflictos con sectores orgánicos diversos contrarios a la cuarentena rígida) de la estabilidad del país, la decisión sobre su ejecución no es monopolio del sector médico o de ningún otro.

No existe (y no existirá nunca) ni una “verdad absoluta” capaz de anular el conflicto inherente a la vida en común, ni un “sector calificado” que tenga acceso a esa inexistente verdad, ni un acto incuestionable (y casi divino) que “nos arregle” los problemas. La conflictividad es la realidad esencial que este país debe aprender a mediar al margen de los “absolutos” y ninguna “rigidez” es un buen paso para empezar ese camino.

SIN ASIDEROS

ÓSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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