Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La disputa por ser “pueblo”

La disputa por ser “pueblo”

La atmósfera posterior a la crisis de 2019 ha reconfigurado los marcos simbólicos de disputa por la afirmación del sujeto “pueblo”. Tanto durante como después de los conflictos que condujeron a la salida de Evo Morales del gobierno, una ardua confrontación discursiva se desplegó en la esfera mediática (especialmente en las redes sociales) donde cada uno de los grupos antagonistas se refería (y refiere) a sí mismo como “el pueblo”. Tal apropiación del derecho al calificativo de “popular” vino (y viene) además ligada a un fuerte desconocimiento de la legitimidad del otro sector de la sociedad por reclamar el mismo título. Así, todos consideran ser el “verdadero” pueblo, mientras la estigmatización permite pensar que el resto de la sociedad que no encaja en esa afirmación no es sino una “minoría” pervertida y peligrosa adjetivada de diferente forma según el caso.
Esta disputa no es nueva en absoluto y constituye una constante en la historia del país. Pero a pesar de que sus términos no hayan cambiado la morfología profunda de circulación de este conflicto, se ha modificado notablemente debido a las nuevas matrices comunicacionales. La capacidad de “politizar” cada resquicio de la vida individual (que fue alguna vez el ideal del totalitarismo) se ha convertido en una realidad estructural de nuestra sociedad a través de las redes sociales. Esto tiene potencialidades enormes, tanto positivas como negativas, pero en todo caso eminentemente políticas. No hay espacio de la vida privada que, en estos tiempos, pueda hallarse fuera de la posible invasión de las tendencias simbólicas que circulan, omnipresentes, en la realidad mediática.
Tal cambio “cuantitativo” en el flujo de lo simbólico replica inmediatamente en varias transformaciones “cualitativas” de la acción social. Especialmente en los sectores urbanos (pero también en una parte del ámbito rural) la capacidad de organización acelerada de la práctica social se ha incrementado de modo fundamental, permitiendo que virtualmente cada hecho “público” tenga el poder de detonar un llamado general a la violencia. A través de las redes, las acciones “del otro” se sientan a “nuestro” lado en la mesa familiar, en el descanso doméstico y en la tranquilidad de lo cotidiano. Por ello, su presencia constante es un hecho que ya no se puede postergar o pasar por alto y que parece demandar una reacción inmediata y constante.
Con esta aceleración, además, ha venido la incapacidad para tomar distancia respecto de lo vivido. Todo debe ser rápidamente contestado con una respuesta contundente ante la inminente cercanía de las acciones de “los otros” frente “nosotros”, el “pueblo”. En este sentido, la reducción de las contradicciones sociales bolivianas a una caricatura que tiene el poder de “viralizarse” ha conjugado la trama más nociva para la mediación de la diversidad. Hoy estamos más divididos que nunca precisamente por la cercanía con la que nos arremolina y abraza el torbellino de la comunicación inmediata y constante.

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo
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