Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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El COVID y los otros

El COVID y los otros

El evento de la pandemia pone constantemente en evidencia una característica fundamental de la realidad moderna: el carácter esencialmente “mediático” de la experiencia. Es un hecho incuestionable, hoy en día, que nuestra vivencia, al habitar una ciudad o un país, se halla definida por las representaciones que del espacio, el tiempo y los sucesos nos transmiten los medios de comunicación (redes sociales, televisión, portales de noticias, etc.). En la vida cotidiana, cada una de nuestras acciones o sensaciones está encerrada en el horizonte intuitivo de “nuestra” ciudad (o país), un espacio cuyo ritmo vital es anticipado por nosotros sobre la base de las imágenes que nos entregan los “media”.  

La “amenaza” viral que se hace evidente desde hace ya varios meses en nuestras vidas y que nos intimida al salir de casa cada mañana tiene todas las condiciones de esta experiencia mediática de lo real. Hemos visto la noche anterior la representación numérica del avance de la enfermedad sobre el mapa de una Bolivia dividida en cada uno de sus nueve departamentos. Todos esos contenidos simbólicos estructuran las coordenadas de nuestra experiencia al día siguiente. 

Al cruzar el umbral de la puerta, advertimos el riesgo de ingresar en una ciudad fuertemente definida por la amenaza del virus y esta sensación, más o menos intensa, nos acompaña a lo largo del día hasta que es realimentada en la noche por un nuevo informe de los medios de comunicación. 

Podríamos resumir esta sensación diciendo: “La ciudad está enferma”. Pero es importante entender algo. Nadie “ve” la “ciudad”. Ni en el lapso de toda su vida una persona recorre cada rincón de su urbe o conoce a todos sus “conciudadanos”. Nuestra experiencia directa nos muestra solo breves espacios familiares plenos de gente cotidiana. La “ciudad” es el “marco” u “horizonte” que reviste dicha experiencia, que hace que los espacios se presenten como “familiares” o las personas como “cotidianas”. Del mismo modo, nadie “ve” el “virus”, pero este se ha convertido progresivamente en el marco u horizonte desde el cual vivimos la relación con los otros como “amenaza”. 

Es importante combatir este virus en cuanto riesgo para la vida, pero es igual o más decisivo contrarrestarlo en la disposición mental, donde obra como una amenaza presente y futura para la “comunidad”.    

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

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