Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 06:46

Ciudad de El Alto

Ciudad de El Alto

Al menos desde los conflictos que marcaron en 2003 un punto irreversible de inflexión política para nuestro país, El Alto ha adquirido protagonismo como un agente decisivo en el decurso del itinerario político nacional. Esta característica, sin embargo, no deriva -como podría pensarse en primera instancia- únicamente de la organicidad o virulencia del pulso social de esta ciudad a la hora de arrojarse a la protesta sino también de la imprevisibilidad de sus posiciones, es decir, de la complejidad con que puede redefinir sus convicciones políticas en espacios breves de tiempo.

Una revisión estadística de la última elección nacional arroja una conclusión evidente: el MAS alcanzó su inesperado porcentaje de votación debido a tres variaciones fundamentales: 1) la radicalización del voto rural en la zona occidental del país, 2) el alza (bastante leve) de su votación en algunas ciudades capitales y 3) el incremento notorio de su apoyo en El Alto. Este último factor, que comportó una elevación de cerca del 20% respecto de la elección nacional de 2019 en la misma ciudad, supuso, por la densidad poblacional del municipio paceño, una remontada decisiva para el partido de Luis Arce Catacora.  Ahora bien, las nuevas encuestas publicadas respecto de las futuras elecciones municipales demuestran un viraje importante en la preferencia electoral alteña, al menos en términos partidarios. Por supuesto, no debe desconocerse que la dimensión subnacional tiene dinámicas y sentidos propios que la separan de la rítmica electoral nacional. Sin embargo, no deja de ser notable que lo que en 2020 pareció manifestarse como un voto marcadamente ideológico, se reconfigure rápidamente hoy a la hora de construir la representación política local.  Esta capacidad de librarse de la inercia ideológica y repensar las condiciones de lo político desde el marco de un nuevo escenario es indicativa de una condición muy peculiar del cuerpo social alteño. En dicho municipio se combinan la retención de formas y esquemas marcadamente tradicionales de politicidad popular (las juntas vecinales son solo el signo orgánico más evidente de esto) y uno de los ritmos más frenéticos del impulso urbanizador. Imaginar las articulaciones particulares que caracterizan la comunicación política de una urbe marcada por las “maneras” presenciales más antiguas de la asamblea y el nuevo poder de las redes sociales es una tarea pendiente para todos los estudiosos de la comunicación y la política en el país.  Algo es seguro, sigue comprobándose el hecho de que ahí donde la acción política popular o ciudadana mantiene su vitalidad se construye un sentido de identidad muy concreto que rechaza la injerencia de todo aquello que se presente como foráneo ya sea por su pertenencia al “afuera” o por su intento de ordenar “desde arriba”.     

SIN ASIDEROS

OSCAR GRACIA LANDAETA

Filósofo

[email protected]