Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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¿Bolivia dijo no?

¿Bolivia dijo no?

Algunas de las posturas más radicales de los sectores civiles enfrentados en el periodo inmediatamente posterior a la renuncia de Evo Morales pueden comprenderse si se atiende a las “tendencias” de pensamiento que se contenían ya en el lema principal enarbolado por la oposición (política y popular) en los meses previos a las elecciones presidenciales de 2019. “Bolivia dijo no” es, en este sentido, una frase que, con sus escasas tres palabras, condensa y revela las coordenadas básicas de la “lógica” con la que buena parte del país ha pensado la política en la última década y media. 

Surgida de un legítimo reclamo que recordaba el resultado del referéndum en el que una mayoría de la población se manifestara en contra de una nueva candidatura del entonces presidente, esta consigna desarrolló entre sus partidarios un sentimiento de unidad tan potente que permitió olvidar un detalle crucial.

Aún si, efectivamente, el 51% de los bolivianos dijo “no”, el 49% había dicho que “sí”. Esta sencilla pero trascendental omisión hizo que la lógica del accionar político de la oposición (de nuevo, civil y partidaria) invierta pero mantenga intacto el que había sido el principio más dañino del “modus operandi” político del MAS durante su gobierno: la falta de respeto por el derecho y la importancia de la minoría.

Evo Morales, por regla general, había ido a la instancia del voto popular una y otra vez con la confianza de que su mayoría le permitía saltar por encima de las complejidades legales de la democracia. 

Así sucedió, por ejemplo, con la aprobación de la nueva Constitución. El resultado del referéndum de 2016 fue, en estos términos, la única excepción en los planes del MAS. 

Sin embargo, al idealizar esta excepción como su máximo referente político la oposición terminó por otorgarle validez a la regla general, con lo que en la praxis democrática boliviana quedó afianzado una máxima: actuar como si la minoría no existiese.

Una cosa es segura: cada vez que se asume que Bolivia puede decir no (o sí) con la simplicidad de una voz individual, se convierte el habla compleja, problemática, fisurada y siempre abierta de la comunidad en una caricatura que solo es útil para la manipulación polítiquera.