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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Jesús y el paro de 21días

Jesús y el paro de 21días

Durante el paro de los 21 días he visto a mucha gente rezar, celebrar la eucaristía en las calles y llevar carteles con frases bíblicas como aquel que decía “Si Dios está con nosotros ¿Quién contra nosotros?” He visto también cómo en nombre de Dios se pedía la renuncia de Evo y he espectado gente agradeciendo al cielo cuando el Gobierno del MAS cayó. He escuchado decir  que si una persona es partidaria del MAS no puede ser cristiana. He visto transmisiones en directo donde discursos políticos enaltecían a la Biblia y “amenazaban” con que esta retorne a Palacio.

Parecía que el bando de la zona norte de Cochabamba era un bando creyente, aquel que contaba con el favor divino y, en cambio, la zona sur y la gente del trópico, además de todos los adeptos al MAS fueran hijos del demonio y criaturas alejadas de Dios.

En un país mayoritariamente creyente es normal que se recurra a la fe para afrontar momentos históricos difíciles, sin embargo, la fe cristiana no puede justificar la venganza, el atropello, el odio y la derrota de un enemigo. Hace una semana recordamos el nacimiento de Cristo. Aunque esta celebración ha sido demasiado edulcurada con frases como “Que la paz y el amor llenen nuestros hogares” y contaminada con la cultura capitalista del regalo y el panetón, lo que conmemoramos es que Dios se hizo hombre.

Si siguiéramos la lógica de San Buenaventura que planteaba que Dios es el maius pensabile, es decir lo máximo que se puede llegar a concebir racionalmente, el abajamiento divino a la realidad humana resultaría un absurdo. Y es que los cristianos creemos en esto, en el absurdo del Dios encarnado en un niño. Y no en cualquier niño, en uno pobre, sujeto de injusticias, en medio del sufrimiento humano (...). Durante el paro de los 21 días, ¿dónde se hubiera ubicado Jesús? ¿A quién hubiera apoyado? No dudemos que durante el paro, y antes y después, Jesús hubiera estado al lado de quienes sufrían. Seguro que al lado de las familias de quienes murieron. Seguro que se indignó con la violencia y abrazó a los que lloraban. ¡No nos equivoquemos, la caída de Evo no fue una cruzada cristiana! El pobre de Nazaret, que ni siquiera tenía un lugar para nacer, aquel que dijo a sus discípulos que no tenía dónde apoyar la cabeza, el hombre colgado en una cruz desnudo y con una corona de espinas como burla de su sociedad, nunca apreciará el odio, la venganza y la violencia y mucho menos si se trata de hermanos de un mismo país.

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