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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El virus de la angurria del poder

El virus de la angurria del poder

Hace cuatro meses, Jeanine Áñez asumió por sucesión constitucional la Presidencia de Bolivia, después de una turbulencia histórica de tres semanas rebeldes y milagrosas, de la que muchos se atribuyen, cuando responsables somos todos los bolivianos, con mayor o menor participación, hasta fascistas de uno y otro lado.

La ahora Presidenta sedujo o encandiló a gran parte de la población, contraria al masismo, encaramada por casi 14 años en el poder, por su valentía y patriotismo, erigiéndose como la garante de la transición, dirigiendo un Gobierno de emergencia, abanderando la recuperación democrática.

Cuando se instaló, con el reconocimiento de todos en la silla hechizada, los adláteres que habían fracasado en la elección, que resultó escandalosamente fraudulenta, se encontraron mágicamente con un poder inmerecido que lo ejercen con prácticas similares a los renunciantes reemplazados.

Cuando comenzaron los temidos rumores, la admirada dama respondió: “No sería correcto ni honesto postularme”, provocando la adhesión y alivio en la ciudadanía que por un tiempo -corto- volvió a creer en la palabra de la gobernante. Sin embargo, la exsenadora sucumbió a la presión de demócratas resucitados y tiró al estercolero sus promesas. Solo el tiempo evaluará la magnitud del daño causado al sacrificio ciudadano, por el incumplimiento del compromiso de presidir elecciones transparentes.

Las encuestas inexplicables y millonarias, que surgen de la nada, con padrinazgos anónimos, presagian una condena, sin discernir entre culpables e inocentes.

Ante el asombro generalizado, por cálculo o adivinanza, otorgan un tercio de la futura votación para el masismo extraviado, en corrupción y autoritarismo, pero los otros dos tercios que templó su espíritu en el 21F y remató su lucha entre octubre y noviembre de 2019 sufren una representación oficiosa que jamás se pondrá de acuerdo, porque sus tiendas se disputan la torta sin sonrojarse, con candidatos y clientela, agitando banderas nada convincentes.

Con la llegada del coronavirus, los 53 días antes de la elección veremos una campaña suigéneris, con resultado incierto, por el virus de la angurria del poder, que hace rato se encuentra enquistado en Bolivia, donde políticamente sepultaron la ética y moral.

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