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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Desquicios fundamentalistas en política

Desquicios fundamentalistas en política

Los grandes giros en la política boliviana en el último año han disparado los discursos y actitudes fundamentalistas. Una eximia muestra de ello, por su frondosa verba, imágenes simbólicas y su agresividad, es la que mostró en su discurso en Chimoré el 11 de noviembre, el exvicepresidente Álvaro García Linera: “Hace un año la maldad se apoderaba de nuestro país, gente maligna, destructora, mataron a hermanos, quemaron casas de dirigentes, la casa del presidente Evo. Mataron en Senkata, en Sacaba, 35 muertos, 800 heridos a bala, y una pandilla de ladrones se apoderó del Estado y tiene nombre y apellido: Tuto Quiroga, Carlos Mesa, Áñez, Murillo, toda la escoria de la historia se unió para atacar al Estado y al pueblo, y destruir las victorias sociales”.

El fundamentalismo como fenómeno estudiado por las ciencias sociales proviene del campo de las religiones y su interacción con la sociedad y la política. Interacción que no pasa desapercibida, porque es confrontacional y con notables impactos en procesos sociopolíticos modernos. 

Pero el fundamentalismo no es exclusivo del campo religioso. Como advierte Peter Berger (2008): “Hay secularistas tan fundamentalistas como los religiosos: unos y otros coinciden en no estar dispuestos a cuestionar sus opiniones, así como en su militancia, agresividad y desprecio hacia los que discrepan de ellos”. 

Según otros estudiosos (Cairo 2006), un rasgo que comparten los fundamentalistas religiosos y los secularistas es su alejamiento, y hasta ruptura, con la realidad social de su entorno, un abandono de su vínculo social y político. 

El discurso de García Linera está dado en el contexto de un gran show mediático, enfocado al público internacional, para reforzar la inverosímil tesis “Golpe sí, fraude no en 2019”.  Las polarizaciones, los sesgos, las prácticas reduccionistas de su discurso no aguantan un mínimo examen riguroso de evidencias. En ello radica su “ruptura con lo social”. El discurso fundamentalista necesita forzar la realidad para crear artificialmente una “posverdad” que invierta la correlación de fuerzas a favor de los que lo sostienen. 

Una democracia con salud y posibilidades de generar horizonte de futuro para toda la sociedad boliviana necesita desenmascarar los desquicios fundamentalistas.

UN POCO DE SAL

MIGUEL ÁNGEL MIRANDA H.

Filósofo y teólogo laico 

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