Laicidad y aprendizaje en crisis social
Hace unas semanas, un grupo de organizaciones que conforman el “Comité Pro Laicidad” envió una carta al TSE exigiéndole haga cumplir el principio constitucional de laicidad del Estado. Interesante, acertada y necesaria iniciativa, pero, en mi opinión, insuficiente y, sobre todo, tardía.
Es pertinente observar que estas iniciativas se intensificaron recientemente tras el desenlace de la crisis post electoral en noviembre pasado. Parten de escandalizarse ante una pose política, practicada por algunos actores en la actual coyuntura, de “llevar la Biblia al Palacio”. Pero, es un hecho que el Palacio estuvo repleto de narraciones, objetos y símbolos religiosos, pese a la vigencia del artículo 4 de la nueva CPE. Y no hubo comité Pro Laicidad que diga algo.
Las prácticas de arropar con un supuesto carácter “sagrado” al poder político, o los envoltorios ideológicos “sacros” de éste, provienen no solo de los viejos sectores conservadores. En los 14 años del MAS se utilizaron símbolos, ritos, mitos y narraciones religiosas de distintas tradiciones para reforzar el aura mesiánica del “caudillo Evo”. La diversificación de narrativas y simbologías religiosas tuvo igualmente –o quizá peor– su efecto en pervertir el poder político con fetiches religiosos.
Lo que más nos debe preocupar de esta endémica perversión es el impacto de achicamiento o efecto degenerativo que ella implica en la construcción de una sociedad civil adulta, laica y crítica. Si estas perversiones fueran inocentes, no tendríamos por qué darles demasiada tinta. Bastaría con archivarlas en la antología de lo grotesco. Pero no es así.
En estos días, ante la pandemia del COVID - 19 se han visto actitudes y mentalidades caracterizables como “retrógradas”, porque ponen en evidencia mucha ignorancia acumulada y falta de empatía social frente a una crisis epidemiológica que amenaza la vida. Ellas son expresión de esa sociedad civil presa de sus miedos, obtusa de visión ante una crisis social; raquitizada por un poder político que de manera endémica recurre a fetiches para existir, crecer y legitimarse.
La implementación del principio de laicidad tiene, pues, amplios y profundos desafíos que deberíamos asumirlos en una visión más amplia de las problemáticas que están involucradas.