Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Populismo desportillado

Populismo desportillado

La emergencia global de nuevas y complejas formas de gobiernos y movimientos políticos con un inconfundible carácter autoritario, plantea un desafío a quienes se dedican a caracterizarlos y definirlos. 

El politólogo chileno Fernando Mires, en un reciente artículo (“¿Qué es el nacional populismo?”: shorturl.at/jkOT9), explica las características comunes que pueden justificar definir a esta amplia gama de movimientos y gobiernos como “nacional populistas”. Si bien se reconoce en ellos evidentes elementos fascistoides, tanto su acercamiento a valores religiosos y morales de tipo conservador, como su coincidencia con las izquierdas occidentales en demandas de limitación a la globalización y de rechazo a la democracia liberal, impiden caracterizarlos a secas como “fascistas”. Más bien se perciben elementos de un nuevo nacionalismo, un “nacionalismo de masas” que los hace emerger como populismos. A ello se suma la relación intensa entre masas y líder, en la que vuelve a irrumpir el elemento religioso como amalgama que da consistencia a esa relación, pues “para que el líder de masas sea tal, ha de representar un poder sobrehumano, y eso quiere decir, sobrepolítico, y en cuanto lo político se sustenta en instituciones, anti-institucional”.

En esta amplia gama de fenómenos políticos de corte autoritario se identifican también los diversos casos latinoamericanos. En Bolivia, en la segunda etapa del MAS, bajo un poder bicéfalo entre el poder de Arce-Choquehuanca, por un lado, y el poder de Morales, por otro, se podría caracterizar el fenómeno como “populismo desportillado”. El gobierno de Arce no se ha desvinculado de la línea autoritaria que instaló Morales; continúa controlando todos los órganos de poder; persiste en una persecución a toda disidencia a partir de la construcción ficticia de enemigos internos (“los golpistas”); en su política exterior no ha cesado su identificación con regímenes autoritarios. Y, finalmente, continúa impulsando una retórica mesiánica, aún con chapuzas y con una evidente decadencia en el uso palaciego de simbología indígena.

Es este último aspecto el que probablemente genera las grietas más significativas a su poder nacional-populista: es difícil amalgamar un gobierno de masas con mesianismos bicéfalos.

UN POCO DE SAL

MIGUEL ÁNGEL MIRANDA HERNÁNDEZ

Filósofo y teólogo laico 

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