Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 20:25

Laicidad y lucha por la democracia

Laicidad y lucha por la democracia

En estos días ha detonado en Bolivia una crisis política que se venía incubando hace años. Como vaso rebalsado por una gota, el contundente paro que ya lleva 9 días hasta la fecha, refleja esta crisis desatada por la indignación de gran parte de sectores y grupos sociales ante las evidencias de un gran fraude electoral, en el contexto de cooptación del Órgano Electoral y todos los órganos del Estado por el partido gobernante, además de una escalada de abusos en diferentes ámbitos, incluido el manoseo de la Constitución y la trasgresión de básicas reglas de juego colectivamente aceptadas. 

Esta gota que genera un rebalse social, es expresión de una prolongada falta de respeto a los espacios organizativos autónomos de la sociedad por la voracidad de una estructura de poder que solo busca perpetuarse a cualquier costo, incluso la represión y masacre a quienes se le oponen.

Para sostener la fidelidad devota de las masas, quienes dirigen los hilos del poder han construido la ficción del “Caudillo Insustituible” como quid de la ideología que pretende legitimar una autocracia. Desde algunos sectores populares encandilados con narrativas mesiánicas e intercambios de favores, hasta cierta izquierda internacional que vive embobada en consignas e información sesgadas, todos han asimilado esa ideología mesiánica de “Evo”, para justificar y tolerarle una escalada de prácticas antidemocráticas, incluidas la cooptación, división, chantajes, coacción a todas las organizaciones sociales.

El culto al dirigente, la tolerancia a los autoritarismos, la creencia de ellos como fuente mágica de “obras”, son un peligroso tóxico en todos los niveles y ámbitos de la organización social, incluidos los internacionales, en los que se hacen evidentes, además, ingredientes paternalistas y colonialistas que conceden toda credibilidad al “indígena bueno de izquierda”, transponiendo muchas veces sus deseos a los hechos reales.

Por ello, la exigencia del cumplimiento constitucional de laicidad en el Estado y las relaciones sociales vinculadas a la gestión de asuntos públicos, debe tener como punto de partida la lucha contra estas prácticas de culto y mesianización de los líderes, reconstruyendo mecanismos e instituciones de regulación y limitación de su poder.