Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 14:29

¡Sálvese quien pueda!

¡Sálvese quien pueda!

El desbordado crecimiento del parque automotor y la incipiente reforma de la infraestructura vial muestran altas señales de congestión vehicular. Lamentablemente no existe una correlación eficiente entre estos factores, y la llegada del caos -principalmente en el centro- solo era cuestión de tiempo. Lo cierto es que la falta de gestión de la movilidad urbana en el espacio público constituido por las calles es notoria en muchos aspectos, entre los que destacan:

La concentración de más de 30 núcleos educativos en un radio de acción menor a 1.5 kilómetros provoca un elevado flujo de tránsito y ocupación vial hasta en triple fila al momento de acceder a los establecimientos. 

El estacionamiento -tarifado o no- permitido en ambos extremos de la calzada, disfuncionaliza el servicio, impidiendo la fluidez vehicular al reducir la circulación a un solo carril.

El mal diseño del soporte viario de desfogue como el corredor Quintanilla y la mala adecuación de espacio vial para las ciclovías, ocasionan grandes perjuicios en la naturalidad de un contexto obsoleto por sí mismo. 

La permisividad a un comercio informal, amparado en el derecho al trabajo ralentiza arbitrariamente la red vial previamente saturada. 

La falta de educación ciudadana que ante cualquier eventualidad contraviene la débil normativa, incurriendo en desordenes, como “las vueltas en U”, uso alterno de vías a contramano, o giros prohibidos, que en ocasiones originan accidentes.  

La ausencia de una visión renovada de la institucionalidad pública que no controla esta problemática, “autorizando” implícitamente el mal comportamiento del conductor, relegando la funcionalidad y la estética de la ciudad, lesionando su desarrollo urbanístico. 

La demanda de transporte desintegra peligrosamente el espacio público; ocasiona severas dilaciones, contaminación ambiental y recurrencia en incidentes. El incremento de automóviles se viabiliza por la regulación nacional, crecimiento de la población, aumento de la capacidad adquisitiva de grupos socioeconómicos, acceso a financiamientos bancarios, saturación de autos usados en el mercado, nueva conformación familiar, y anomia estructural de movilidad urbana. Lo cierto es que ante una ciudad que prioriza el transporte motorizado en desmedro del derecho a la ciudad del peatón, solo se puede clamar, ¡sálvese quien pueda! 

CIUDAD SUSTENTABLE

MARKO QUIROGA BERAZAÍN, Ph.D.

Investigador CEPLAG – UMSS

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