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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Meditaciones para Año Nuevo

Meditaciones para Año Nuevo

Se fue el 2019 y esto nos invita a reflexionar, a meditar. Es como si “el tiempo se nos viniera encima”, todo lo que era 2019 ya pasó, simplemente ya no está, hay una cierta calma, nos sentimos más confiados. Sin embargo, ¿nos consuela el hecho de que “nada dura”? No solo ha pasado lo triste y duro, las cosas bellas han pasado y, junto con ellas, también algunas personas ya no están.

Un nuevo año se abre con oportunidades y esperanzas, pero, al mismo tiempo se presenta con la inquietud de un futuro que no controlamos, un futuro cuyos caminos desconocemos y, un futuro, en el que, inexorablemente, todos vamos envejeciendo y, de esta manera, nos vamos yendo. 

El futuro aparece, cada vez más, como pasado. Como creyentes en Cristo, ¿podemos decir algo en esta hora, frente a esta realidad? Tratemos de reflexionar, de tomar distancias, de recuperar nuestra “libertad interior”.

Algunos filósofos ven la diferencia más grande entre los animales y el ser humano en el hecho de que, el ser humano puede levantar su cabeza fuera del “agua del tiempo”. San Agustín afirma que “el hombre es el tiempo”. Esta afirmación se opone al pesimismo de los criticones y a la comodidad de los que se rinden ante el destino. Para los griegos, Cronos, el dios del tiempo, devora cruelmente a sus propios hijos. ¿Somos nosotros dueños del tiempo o esclavos del mismo? 

Pensándolo bien, ¿no es el tiempo que transcurre un simple juego de la muerte? Solo Cristo nos libra de la dictadura del tiempo abriendo nuestro tiempo a Dios.

Preguntas abiertas: ¿no es acaso cierto que solo cuando encontramos tiempo para Dios, también lo encontramos para nosotros mismos? ¿Puede la sumatoria de los instantes humanos dar como resultado la eternidad? ¿O, solo es cierto que en el tiempo de Dios todos los instantes humanos adquieren sentido, significado y unidad? Solo en Dios todo lo que para nosotros es precioso y válido, dura para siempre. El Dios-hecho-hombre, Jesús, nos ha hecho este inmenso regalo. Por eso, solo encontrando tiempo para Dios aprenderemos a valorar “nuestro propio tiempo” y la belleza de que no somos esclavos del tiempo que transcurre, sino más bien “constructores de la historia, de nuestro tiempo, de nuestra vida y de nuestra eternidad”.