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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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La sabiduría de Reynaldo Ezequiel

La sabiduría de Reynaldo Ezequiel

Si comparo lo que yo sé con lo que sabe el candidato a diputado por Santa Cruz Reynaldo Ezequiel, resulta que el que sabe más es él y el que sabe menos soy yo, a pesar de mis pesadas cargas meritocráticas: Médico Especialista, Investigador Asociado de Cornell University (Nueva York), excatedrático de la UMSS y de otras universidades Nuestramericanas, exVicerrector de la UMSS, exMinistro de Previsión Social y Salud Pública, exAlto Funcionario de la OMS, Doctor Honoris Causa de la UMSS; además hablo y escribo, más o menos, cuatro idiomas europeos; he visitado oficialmente cerca de cien países, publiqué pocos libros, etc. Durante 84 años he “atawqado” conocimientos que “vienen de arriba y de afuera”, lo que me define como una mente colonializada por las teorías, conceptos, técnicas y erudiciones del imperio euro-yanqui  genocida y epistemicida, que mata los cuerpos y los conocimientos, virtudes y espiritualidades del inmenso mundo sometido al capitalismo global en Nuestra América, en África, en Asia y también en el interior de las potencias imperiales donde la negritud, la inmigración, la pobreza y otras subordinaciones, luchan contra la muerte y el embrutecimiento.

Con mi lastre (mi q´epi) de meritocracia, he constatado que la experiencia académica y profesional no sirve para enfrentar, y menos para resolver, los problemas y las necesidades fundamentales de nuestra realidad, tales como el saqueo y la devastación de Pachamama, la pobreza, el escaso acceso a la atención de salud y a la educación superior, los caprichos del capital y su amenaza atómica, la violencia generalizada, la propaganda consumista de cosas importadas, el odio y la desunión entre sectores de la ciudadanía, el alcoholismo, las drogas y otras enfermedades, aparte de tantas dudas que ni se plantean en las universidades.

Pongamos el ejemplo de la pandemia por la COVID-19 (corona virus disease-19): El gobierno con su burocracia inepta y sus pseudo-expertos científicos, sus funcionarios corruptos, las inversiones esfumadas, sus decisiones tardías, el desperdicio del sacrificio colectivo por falta de insumos y apoyo a las instituciones de salud y a la gente voluntariosa, las noticias falsas y las estadísticas poco confiables, las bendiciones con helicópteros, la prensa y las redes digitales; en fin, todo lo que se hizo aplicando supersticiones religiosas junto a los saberes, técnicas y teorías imperiales, con el respaldo de la OPS, las universidad lacayas y los profesionales perplejos; con todo esto el gobierno y la sociedad civil quedaron malparados ante la pandemia avasalladora.

Sin embargo, la solución estaba, y sigue estando, con nosotros, pero es despreciada porque procede de los saberes autóctonos, originarios, indios y tradicionales. Fue el valiente y sensato candidato a diputado Reynaldo Ezequiel quien nos abrió los ojos para ver la solución cuando  declaró que el “socialismo es ser sociable”. Ahora bien, según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra sociable significa “Naturalmente inclinado al trato o relación con las personas o que gusta de ello”; y lo sociable, la sociabilidad, es precisamente lo que falta al conocimiento hegemónico boliviano, puesto que si fuéramos sociables nos inclinaríamos naturalmente al trato con las gentes y nos gustaría el diálogo, la solidaridad, la reciprocidad, la deliberación, la libertad para intercambiar ideas y opiniones, la comunicación para aprender escuchando, el gusto de decir lo que se piensa y oir sus repercusiones. Eso es “lo sociable”: vivir en comunidad, en comunicación y entendimiento constante, tal como vivían, y todavía viven los Nuestroamericanos de AbyaYala que preservaron las sabidurías ancestrales contra el genocidio europeo y el epistemicidio cristiano que mataron a millones de personas, borraron sus mentes y mataron su espiritualidad. Lo contrario y opuesto a lo sociable es el egoísmo, la individualidad, la competencia fratricida, el consumismo voraz y el enriquecimiento desenfrenado, que justifica la mala conciencia del capitalismo globalizado, mentiroso, ladrón y criminal.

Ser socialista/sociable es el núcleo esencial de la fuerza y el valor del ser humano enfrentado al infortunio, la enfermedad o la incomprensión, juntando la intersubjetividad para planificar y desarrollar el futuro posible de salud, libertad y justicia para todos. Este socialismo/sociable es el que guía el discurso del candidato Ezequiel, y es el que podría habernos guiado en la pandemia para reducir los sufrimientos y las muertes que no pudo controlar la ciencia con sus artefactos. Pero el socialista/sociable no rechaza la ciencia, al contrario,  busca aprovechar las ventajas de todas las culturas, incluso del mundo científico, atroz y descarnado del capitalismo donde lo sociable ha sido remplazado por racismo y colonización, por violencia y exclusión, y por el instrumentalismo utilitarista del conocimiento en base a la negación de los saberes tradicionales no-capitalistas. El capitalismo global monopoliza la ciencia y la tecnología para que en vez de ser un bien para la humanidad, sean una mercancía vendida a los pobres del mundo con el único fin de acrecentar la ganancia.

Por todo eso, los socialistas/sociables se han manifestado en las redes sociales de profesionales o no, que a su manera atendían, cuidaban, ayudaban y consolaban a la población asustada por los enfermos, los muertos y los burócratas mandones, no solo en Bolivia sino en todo el mundo. Si la educación profesional es útil en las calamidades, lo es mucho más la solidaridad.

Volvamos al candidato Ezequiel: en OPINIÓN 24 de septiembre de 2020, se lee que: Ezequiel, luego de recibir una seguidilla de críticas y memes aclaró “No supe explicar qué es el socialismo y dije algo inesperado para mis oponentes políticos y una barbaridad para mis compañeros. Les pido mil disculpas. Reconozco, no sé mucho de teorías, definiciones o conceptos. Todos, en algún momento cometemos errores y aquí estoy, reconociendo uno de ellos. Yo sé de principios y valores porque vengo de abajo y con humildad escucho las necesidades de la gente en los barrios de mi pueblo porque esas necesidades también son mis necesidades. Es cierto, hay muchas cosas que no sé, pero puedo dar cátedra en lealtad, compromiso, lucha, honestidad y honradez… El conocimiento lo vamos a seguir aprendiendo, aún somos pichones, tenemos mucha cancha por recorrer y aprender”.

Es el lenguaje familiar de la comunicación igualitaria, adecuada a la “docta ignorancia”, que consiste en aprender conocimientos nuevos sin tener que  olvidar los antiguos ni los propios, es la ignorancia  prudente que no ataca al conocimiento científico, más bien pretende utilizarlo en el diálogo con los otros conocimientos. Esta utilización del conocimiento científico en un plan de igualdad con los saberes tradicionales, como la honestidad y la lealtad, es subversivo y  emancipador, porque al denunciar la incompletitud de todas las teorías científicas (que siguen haciéndose y corrigiéndose), desenmascara al poder monopólico y absoluto del saber euroyanqui con sus errores inevitables; eso explica las furiosas críticas y memes de los arrogantes conocedores de la ciencia hegemónica contra Ezequiel. La docta ignorancia le duele al farsante sabihondo dedicado a plagiar conocimientos del Norte colonizador.

La humildad con que el Ezequiel pide mil disculpas por su error táctico (no estratégico) y la seguridad con que afirma que “El conocimiento lo vamos a seguir aprendiendo, aun somos pichones, tenemos mucha cancha para recorrer y aprender”, son una confiada invitación a quienes pueden enseñar fuera de las jerarquías institucionales del saber-poder excluyente. Para terminar, diré que hubiera querido que este candidato hubiera sido mi profesor de las materias de valentía, liberación, dialógica, igualdad y justicia cognitiva. Mi actual esperanza es que el socialista/sociable Reynaldo Ezequiel sea el ministro de educación que encamine la pedagogía de la sociabilidad plurinacional, hasta que los pichones aprendan a volar con soberanía.


MARIO ARGANDOÑA YÁÑEZ

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