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En el nombre de Dios

En el nombre de Dios

Hace aproximadamente 2019 años, un 25 de diciembre vino al mundo un ser superior, un ser que predicó amor, solidaridad y justicia social, lo llaman “El Salvador”. Un ser que no quería que se mantenga un mundo desigual, él fue capaz de dar su vida por los pobres, por los desposeídos; luchó contra el odio de los que se creían superiores, contra el racismo, también insistió en defender a las mujeres de las falsas acusaciones. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, decía.

La religión nos dejó muchos mensajes de paz, de amor y de esta forma nos legaron los 10 mandamientos. En estos mandamientos se expuso la doctrina, pero, además, Cristo con su ejemplo dio veracidad a su teoría para transformar el mundo. 

Entre los mandamientos hay dos que vale la pena revitalizar: “Amar a Dios por sobre todas las cosas” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, y es que no puede haber amor más grande que aquel que ama y valora al otro como a sí mismo. El amor a Dios no es solo una ilusión, no se puede amar en abstracto, entonces amor no es mentir, ni amedrentar, ni discriminar, menos matar y torturar.

Para satisfacción de la humanidad también existieron otros hombres y mujeres en la historia que han apostado por un mundo justo y equitativo y han luchado de diferentes maneras, entre ellos y ellas podemos citar a Sor Juana Inés de La Cruz, a San Francisco de Asís, al Cardenal Salvador Romero, a Camilo Torres, a Luis Espinal y otros. Algunos aportaron con su palabra y otros con el ejemplo de vivir y morir por el amor a la gente. 

También existieron personajes que,  por su parte, levantaron el nombre de Dios para ejecutar acciones de violencia como si el mensaje de Jesús fuera para generar  crímenes y asesinatos, o para iniciar una guerra de dolor y división en la humanidad. Las cruzadas son un ejemplo de ello, o las acciones de la Santa Inquisición, o también el apoyo de los jerarcas de la Iglesia católica a la guerra civil de Franco en España o  a golpes de Estado como el de Pinochet en Chile, de Videla en la Argentina o de Banzer en Bolivia. Pero no solo los católicos, sino también las iglesias evangélicas hoy alzan la voz en nombre de Cristo para estigmatizar y someter a las mujeres, para pedir diezmos o para apoyar acciones políticas en contra de la libertad y la autodeterminación.

Lo cierto es que Cristo luchó con la palabra de forma pacífica, no quiso armar un ejército y matar. Defendió a los pobres y prefirió morir en manos de los que ostentaban el poder religioso, los rabinos judíos, cuando el poder político pertenecía a los romanos. Para los rabinos, el mensaje de Cristo era una rebeldía y una subversión que se debía aplastar.  

En nombre de Dios han quemado a mujeres y hombres en la edad media. Con la Biblia y la religión, con la cruz y la espada han venido a América a someter a los originarios; en el nombre de Cristo se han apoderado de los cuerpos de las mujeres quitándoles sus derechos y su autonomía, han utilizado su nombre para apoderarse de países, de pueblos, de etnias, de territorios, de materias primas y de la economía.

Parafraseando a Adela Zamudio es necesario decir en estos días, que en nuestro país hay cambios impuestos y se sume en la desesperanza y el luto: “Dónde está Pedro, el pescador que un día predicó la justicia y la humildad”, agarrando la Biblia en una mano, en la otra un arma y falsos testimonios, están quemando hoy a tus hermanos ¡A dónde vas señor”!