Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Violencia versus violencia

Violencia versus violencia

Sin duda, la violencia cotidiana en su expresión física y simbólica es parte constitutiva de las relaciones sociales y de forma categórica en otros espacios, llamados por ahora, redes sociales. Es suficiente hacer seguimiento a los comentarios vertidos por mujeres ante cualquier noticia, que lloverán insultos, burlas machistas, misóginas y humillantes; haciendo referencia a la sexualidad, al cuerpo, al físico. 

La agresividad y la violencia son aristas de un mismo problema: la dueñidad del patriarcado, y quienes incumplen el supuesto orden, serán víctimas de insospechadas reacciones. 

Se habla de transgredir la violencia. Transgredir es quebrantar o violar un precepto, ley o estatuto. ¿La violencia estará permitida bajo algunos parámetros? O tal vez podríamos hablar de violencia legítima y pensar en que existe una línea sumamente frágil entre aquello permitido y aquello que rebasa límites. Al respecto, investigadores señalan que la violencia se presenta de diferentes formas e intensidad en las formaciones y representaciones sociales y que la aceptación es propia de cada cultura. 

Trágicamente, estas últimas semanas hemos sido testigos de hechos de violencia extrema como feminicidios, infanticidios, golpizas, atracos, linchamientos y también violencia visual, que algunos medios televisivos se encargaron de poner el toque fatuo, del trágico final de una pareja de novios, y no faltaron los duros y burdos comentarios de los facebookeros. Hasta parece que se regocijan con la tragedia humana.  

En todo caso, estas evidencias nos hacen pensar que la violencia se permite en el núcleo familiar, lo cual nos da pautas de lo que puede suceder en diferentes contextos sociales, porque unos viven la violencia naturalmente y otros la condenan, pero estos últimos no tienen reparo en transgredirla, incluso la moralizan y/o sacralizan, tal cual el fascismo. Pero esto no es casual, porque en la actualidad, en sociedades urbanas y rurales, la violencia, cuyo foco es la debilidad, es un síntoma de lo que ocurre en el mundo, donde el concepto de dueñidad es opuesto al concepto de desigualdad, marcando enfáticamente figuras que son dueñas de la vida y también de la muerte. 

En todo caso, la violencia física está a la par del daño ilegítimo y es fácil de comprobar. Asimismo, cuando se habla de violencia simbólica, no es directa, pero es excesiva en algún sentido. Por eso, es importante hablar de la violencia “en línea”, que afecta definitivamente la vida concreta de alguien “fuera de línea”; en otras palabras, la vulnerabilidad frente a la violencia se traslada muy rápido de un lado a otro. El problema es que al estar convenientemente en línea, se agrede encubiertamente desde un perfil, que puede ser falso, además sin reflexión, ni responsabilidad; de ahí surgen comentarios hirientes, que obtienen naturalmente respuestas violentas llenas de odio y resentimiento. Es así que la cadena de la violencia, genera odio y recicla violencia.  

Al parecer, estamos viviendo tiempos donde la violencia es parte del cotidiano y donde todos participamos de alguna manera. En algún momento, las redes cumplieron el rol de catarsis de la violencia, pero ahora, pareciera que esta violencia sentida en aquellos espacios, hubiese traspasado la virtualidad. 

MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

MARÍA ESTHER MERCADO H.

Antropóloga y docente universitaria

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