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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Rituales que resisten y estabilizan

Rituales que resisten y estabilizan

La ritualidad andina es uno de los temas más controversiales hoy en día desde el punto de vista intercultural, porque abre la mirada a las relaciones más allá del binomio andino/occidental y da posibilidad a la lectura de muchas combinaciones interculturales, que suponen una interacción conflictiva o de encuentro. En ese supuesto, es importante problematizar la ciudad en tanto articuladora de formas multiculturales muy diversas donde se abren espacios de ritualidades del encuentro o de la diferencia. Estas ritualidades vitales para el ser andino, trascienden los espacios simbólicos, pues el andino se ha relacionado desde siempre con la naturaleza a través del ritual, respetando y agradeciendo a las deidades, a los seres sobrenaturales y a la vida en todas sus manifestaciones.

Como referencia podemos señalar que el runa/jaqe (persona) andino desde épocas prehispánicas, tuvo la capacidad de identificar momentos del tiempo en el recorrido del sol. En estas sociedades con pensamiento geocéntrico, es el sol que gira alrededor de la tierra y en ese entendido dividió el año en diferentes tiempos de caliente/seco y de frío/húmedo. De manera que se comunicaban con la naturaleza a lo largo de todo el ciclo agrícola, unas veces siguiendo la pauta del sol o de la nevada; otras veces del cosmos o del frío; y otras veces avisos tan simples como la observación de un árbol en flor. Así, el ser humano andino vivió ritualizando las señales de la naturaleza en una relación identitaria y de comprensión a sí mismo.  

¿Cómo trasciende esta filosofía andina que se manifiesta a través de los rituales en contextos citadinos multiculturales, en relaciones que intentan ser interculturales y que co-existen en espacios urbanos con diferentes ópticas, influenciadas por la globalización?

Sugieren que los rituales andinos nunca tuvieron un carácter rígido; su transformación, el olvido temporal y la recuperación paulatina, son parte de la dinámica que sobrevive las formas de dominio ejercido por la colonialidad del ser.

Las tradiciones religiosas siempre estuvieron detrás de toda esta festividad que tiene, además, un espíritu universal. Además, importante mencionar que las formas culturales diversas, tienen en cada región un estilo propio y una transformación diferente a lo largo de los años.

Durante el pongueaje, estas formas culturales se transforman en algo más festivo antes que religioso y en ese momento los dueños de las grandes extensiones de tierra, marginan a los indígenas invisibilizando estas manifestaciones como expresión del dominio. Sin embargo, con el tiempo poco a poco se van recuperando las costumbres a través de la challa del carnaval, la q’owa y las fiestas patronales como sincretismo religioso andino/cristiano y paulatinamente trasciende en las ciudades con los migrantes rurales quechuas y aymaras. 

Los especialistas de las costumbres de antaño señalan que las tradiciones rurales y urbanas fueron afectadas positiva y negativamente. En las provincias, las costumbres y tradiciones estaban olvidadas. Lo que antes se hacía en torno a la Pukara como símbolo de la abundancia, ahora en relación a esa creencia, se realizan celebraciones en febrero y mayo, convergiendo en las ciudades en espacios globalizados y multiculturales.

MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

MARÍA ESTHER MERCADO H.

Antropóloga y docente

universitaria

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