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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Naturaleza o cultura

Naturaleza o cultura
En América, durante la época virreinal, una de las características de la masculinidad dominante y moderna no solo se reducía a demostrar la potencia y la dominancia masculina, sino que, ser hombre representaba afirmar esa sexualidad sobre mujeres muy jóvenes o incluso sobre niños-varones. De este modo, al tiempo que se sodomizaba a jóvenes, se ejercía el derecho de piso al tener relaciones sexuales con niñas adolescentes. Varias de las investigaciones orientadas al estudio de este tema en la España moderna han revelado cómo las dependencias laborales, etarias y de status tendieron a generar vínculos de subordinación a partir de estas relaciones desiguales.
A saber, durante el periodo citado, se establecieron relaciones de poder a partir del paradigma actividad/pasividad sexual, según el cual se desarrollaba el rol de dominante o perpetrador en contraposición del que era sujeto de la relación. Esta conceptualización también reflejó el estereotipo sexual de género de la época que atribuía a los hombres la capacidad y la potencia sexual y procreadora, mientras que se identificaba a las mujeres seres sexualmente pasivos.
Un aspecto que resaltaba en las relaciones de poder era la dependencia de los jóvenes hacía los adultos, esto respondía al modelo patriarcal de familia. En ese contexto, el patriarca sometía a los dependientes, criados y esclavos. A todos ellos se los consideraba “menores de edad”. Esto nos sugiere que la capacidad de los adultos para sodomizar niños o cometer actos pedófilos derivaba de la lógica patriarcal basada en la edad, en el estatus social y étnico.
En la actualidad, ¿qué es lo que cabe en el corazón de las sociedades que no reconocen sus errores? En momentos como los que hoy vivimos son los delitos que tienen que ver con el poder sobre la corporalidad. Vale decir las violaciones, estupros, pedofilia, femicidios, trata y tráfico de personas, infanticidios y el miedo, que transborda al confinamiento autoimpuesto para no correr riesgo de ser víctima de estos absurdos hechos patológicos. Pero esa no es la solución.
Al respecto, en el mundo existe una corriente para legalizar el crimen de la pedofilia. Como antecedente, en Francia, entre 1977 y 1979, filósofos de renombre solicitaron la despenalización de este crimen. Hoy en Irak, mediante leyes de su Parlamento, estarían permitiendo el matrimonio entre niñas de 9 años con adultos; defensores de los derechos humanos y líderes religiosos muestran su total indignación frente a esta aberración. Asimismo en países como Filipinas, Tailandia, Marruecos se incentiva la pedofilia a través del turismo sexual.
Finalmente, no es casual que estas relaciones de dominio y poder se den en instituciones religiosas o centros de acogida u orfanatos, donde existe una relación de superioridad frente al desamparo, orfandad, diferencias sociales y étnicas, espacio en el cual el perpetrador goza de poder amparado por el orden patriarcal, lugares propicios para realizar estos crímenes sexuales.
La pedofilia es un crimen de larga data, aquí o en cualquier lugar del mundo y más allá de las diferencias culturales, no es tiempo de relativizar este hecho. Es hora de cambiar el mundo y dejar de someter al cuerpo bajo mandatos de dominio, explotación y crueldad.

MARÍA ESTHER MERCADO H.
Antropóloga y docente universitaria
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