Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Nacionalidad andina boliviana

Nacionalidad andina boliviana

¿Será correcto expresar que el factor geográfico influye en las identidades? Incontables veces hablamos sobre la forma de ser del chapaco, del camba, del colla, asintiendo veladamente que el clima cálido o frío, el valle, el río, las montañas, tienen que ver con la alegría o la tristeza, la dubitación o la certeza de las personas. Incluso, alentamos opiniones, respecto a la música que se interpreta o a la indumentaria festiva.  

Antes que nada, filósofos y teólogos señalan que el espacio geográfico y topográfico es determinante para la elaboración de un pensamiento filosófico propio, tal como fueron el paisaje costeño en Jonia, que incentiva en su cosmología la reflexión sobre la inmensidad del mar, la dialéctica entre tierra firme y las aguas; o, la región fluvial del Ganges, así como la periodicidad de los monzones para la cosmovisión índica. Lo cierto es que las expresiones culturales responden a un pensamiento filosófico y, en consecuencia, a la forma de organización sociopolítica, a rituales, a creencias, y, al ethos cultural, los que revelan en los espacios geográficos, ecosistemas inseparables donde se enraízan una u otras culturas.  

Sobre el punto, el médico e ilustre escritor Jaime Mendoza (1874-1939) resalta la importancia del “factor geográfico en la nacionalidad boliviana” al realizar una extraordinaria descripción del gran macizo andino. “En unas partes, la cordillera forma un solo cuerpo; en otras, se divide en varias ramas y forma una gran masa continental, formada de diversos segmentos que se articulan unos con otros con caracteres propios que le dan su respectiva individualidad”. Luego de una descripción admirable revela: “réstanos saber hasta qué punto el hombre se dejó influir por el macizo”. 

Al presente, cuando pensamos en lo andino, historiamos el ámbito espacial o geográfico de los Andes donde coexistían diferentes culturas precolombinas. Es importante recordar que el nombre de los Andes viene de la raíz quechua “anti”, que se usó en la época incaica para referirse a los pobladores de uno de los territorios que conformaban el Tawantinsuyo. El territorio de los Anti, cubría la parte oriental del gran nevado desde Quito hasta los Charcas en Bolivia donde moraban varias etnias amazónicas, como los campas o chunchos de la familia lingüística Arawak o los Tacana, Chimanes y varias otras de Tierras Bajas. A saber, en los Andes, en los cuatro territorios o Tawantinsuyo, surgieron culturas de esplendor y de alta civilización. Ciertamente, la más conocida es la Inca.     

Ahora bien, lo andino, más que atraer y consolidar una nacionalidad boliviana, se impuso como categoría étnica-cultural. En Bolivia, se asume una identidad india con símbolos prehispánicos que refuerzan el sentimiento andino del “ser”. El territorio marca diferencia, porque la situación geográfica es la condición material y la forma de relacionarse con la naturaleza es mítica. Tal vez nuestra historiografía fuese otra, si la educación hubiese sido intercultural. Tal vez, como Mendoza planteó (1925), la bolivianidad brotaría “a partir de la unidad política y moral de la nación”. Nos tocaría curar el error histórico de la geopolítica del conocimiento: nuestro ser indio como parte de la identidad nacional.