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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El costo social del miedo

El costo social del miedo

Cuando se inició la cuarentena boliviana, muchos sentían miedo sin precedentes. A medida que pasa el tiempo y con los datos que existen referente a contagios, complicaciones y muertes, a pesar de este escenario, presumo que se pierde el miedo. ¿Será la naturaleza humana que al convivir con un enemigo desconocido e invisible asume la realidad de otro modo?
Del miedo se dice que es una emoción individual, pero también puede ser una experiencia social, colectiva y compartida. Siendo de múltiples dimensiones se lo puede analizar desde diferentes perspectivas, ya sea desde las ciencias biológicas, como la Neurociencia o desde las ciencias sociales. Para Edgar Morin (1993), el miedo es un concepto típicamente equívoco, pero esta imprecisión no es necesariamente algo negativa, ya que permite múltiples exploraciones desde diversos puntos de vista.
Por la incertidumbre y amenaza de peligro, muchos no saben cómo lidiar con este sentimiento, sin embargo, esta emoción es una creación cultural inducida por experiencias ajenas. Un niño no tiene miedo, lo adquiere a medida que vive experiencias de las inseguridades que transmiten los adultos y de la dificultad de poder sobrellevar. Este sentimiento se lo arrastra desde la antigüedad, es por eso que despierta mucho interés, no obstante, no se lo conoce como uno quisiera.
En momentos como los vividos, se puede percibir que existen diferentes maneras de hacer frente a este sentimiento. Quien no tiene nada, no pierde nada, y menos tiene miedo. Hay personas que se quitan la vida porque, literalmente, están muriendo de hambre. Lo cierto es que hay diferentes miedos. ¿Alguien tuvo miedo al hambre, al dolor, al frío, a la falta de trabajo, a la violencia urbana, al fanatismo o la propagación de virus incontrolables? Lo más terrible, innegablemente, es sentir miedo a que tus hijos no coman y se duerman llorando por hambre.
Sin duda, este “estado de excepción” despierta sentimientos vulnerables en la mayoría de las personas. Y hay sentimientos que nos igualan como seres humanos, no obstante la respuesta la obtenemos como producto de nuestro conocimiento y de nuestras posibilidades materiales. Por eso, de ahí a decir “quédate en casa” es diferente para mí, para usted y para mi vecina. Hay algunos que nos quedamos en casa y comemos, nos abrigamos, estamos en netflix o zoomeando y otros, sumidos en el hambre, las necesidades, la violencia intrafamiliar, las violaciones y maltrato en la intimidad.
Aquí lo que interesa es el origen del miedo, no tanto como emoción, sino aquello que lo provoca, los mecanismos que lo favorecen, las situaciones que producen en un momento y un lugar dados. Hay personas que dudan en la diferencia entre miedo y angustia. La angustia es una emoción sin un objeto definido, no tiene una causa concreta, su origen es recóndito.
Al respecto, en algún momento hubo el miedo a la peste; en otro, al VIH; luego a las armas biológicas y hoy ¿cuál es el miedo en las sociedades occidentales? Es el miedo a los pobres, porque el mal son ellos. Ese miedo al grito de sus necesidades que se asocian al desorden y a la ruina. En todo caso, tendremos que sentir como el otro, y darnos cuenta que las acciones frente a la vida son diferentes en estómago lleno que en barriga vacía.

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