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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Detector de racismo

Detector de racismo
Se conoce que la neurociencia está realizando avances significativos para la comprensión de la conciencia y de los procesos biológicos y químicos con los que opera el cerebro. Al respecto, en algunos de mis artículos asomé el tema referido al cerebro y la música, la mentira, los celos, el amor y otras impresiones, que con técnicas como la neuroimagen permiten seguir las emociones generadas en el cerebro.
En ese sentido y como se ve, es paradójico tratar de comprender las manifestaciones culturales sin tomar en cuenta los adelantos de la ciencia moderna. De ahí se infiere que la neurociencia no entra en contradicción con la antropología simbólica, más bien, contiene muchos elementos que se apoyan y refuerzan mutuamente.
Comencemos por ver qué sucede en el cerebro cuando se crea supuestos sobre alguien. Lo que es evidente es que merodeamos inconscientemente sobre la forma de ser de los otros. Normalmente tenemos un imaginario, preconceptos o quimeras respecto de las otras personas. Desde ya existe una predisposición a juzgar en función a la ropa que lleva, si hablan diferente, si la forma de ser coincide con la nuestra, para aterrizar en lo que es políticamente correcto o moralmente incorrecto. Lo que sí es cierto, es que toda la predisposición mental que empesebramos en nuestro inconsciente, tiene raíces sociohistóricas que muchas veces son negadas por nosotros mismos.
Antes bien, en una entrevista a la neurocientífica L. Harris explica cómo el cerebro está condicionado a los prejuicios: “Ahora más que nunca estamos conscientes de cómo funcionan los prejuicios inconscientes”. Su investigación se centra en cómo pensamos sobre la mente de otras personas, lo que se conoce como cognición social, y más específicamente en cómo percibimos a los demás, centrándose en mecanismos cerebrales que hacen capaz de deshumanizar a ciertos grupos sociales. Los hallazgos de la investigación revelan la facilidad con la que se puede degradar y cosificar. Todavía más, en esta investigación, cuando a los participantes se les solicita un juicio sobre grupos marginados, la corteza pre frontal del cerebro se activa en el escáner de la neuroimagen, porque el cerebro es capaz de deshumanizar a otro ser humano asimilándolo a un objeto despreciable. Veamos por qué.
Durante mucho tiempo, la ciencia buscó respuestas al Holocausto; en base a esto se preguntaron por qué Alemania asesinó a millones de personas. Concluyen que existía un gran movimiento propagandístico en el cual a los judíos se los deshumanizaba identificándolos con alimañas. Esta misma noción sucede con los homosexuales, los adversarios políticos, los discapacitados, es decir, todo lo que no cuaja en el pensamiento etnocéntrico. Sucede con los negros, donde la ideología remota es que el cerebro de los esclavos era de menor tamaño. Y eso apoyó la Psicología Evolutiva.
Con todo, estamos clavados en sociedades donde se cuestiona la humanidad del otro. Donde nuestro cerebro asocia el comportamiento delictivo violento con rasgos físicos. Donde un señorito nunca es violento. El éxito de los racistas y sexistas es hacernos creer, por repetición propagandística, que una persona por ser diferente físicamente, amenaza nuestra supervivencia, nuestra familia y nuestra forma de vida.

MARÍA ESTHER MERCADO H.
Antropóloga y docente universitaria
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