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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Conocer, revalorar y vivir

Conocer, revalorar y vivir

El ayllu es célula de la vida, átomo celebrativo y ritual. También la base económica de subsistencia y trueque interno. La traducción exacta tanto en quechua como aymara no existe, sin embargo, es la unidad étnica de la comunidad andina campesina. También significa la familia extensa y en sentido geográfico, la aldea o pueblo.

En la época incaica, el ayllu aglutinaba a familias nucleares simples y nucleares compuestas que estaban vinculadas al parentesco real y no meramente ficticio. En estos espacios regía la prohibición del incesto y la endogamia entre los miembros de una familia nuclear, pero no del ayllu.

En la actualidad, la estructura social ha cambiado notablemente debido al flujo migratorio y los cambios que suceden por este fenómeno, innovaciones o préstamos culturales y apropiación o selección de los mismos. En este sentido, el impacto de nuevas formas de vida ha incidido para adquirir nuevos hábitos e identidad. Sin embargo, la estructura densa se mantiene principalmente en el ordenamiento cúltico y económico, lo que solemos decir, “comunidad campesina”. De manera que el comunero mantiene intacta su identidad por nacimiento y porque vive en la mark’a.

A este respecto hay rasgos que se mantienen intactos en el tiempo. Un individuo que por algún motivo es expulsado del ayllu o se marcha voluntariamente, pierde su identidad y se trasforma en un nada socioeconómico, eso no quiere decir que fuera del ayllu no le sea posible adquirir una nueva identidad. Sin embargo, es muy peligroso porque distorsiona el orden socio-económico, ritual y celebrativo, y en consecuencia el orden cósmico. Su participación en las actividades de la comunidad lo aísla al desentenderse de los trabajos colaborativos como la mink’a, que es de beneficio colectivo, o en su caso no participa del ayni, que es la reciprocidad de trabajo, la ayuda mutua, la cooperación, una forma institucionalizada de la reciprocidad laboral. Además, ya no participa de la cosecha, la siembra, el riego y otros trabajos de envergadura.

Pues bien, estas formas recíprocas de trabajo y ayuda son elementos intrínsecos de la identidad andina. Este ser andino sin la comunidad es nada, porque al interior de la comunidad nunca se autoconcibe como objeto, sino más bien es sujeto y ejerce una función. Se trata de una identidad funcional en sentido relacional. Entonces el lugar de cada persona más que ser topológica es ética. En tal sentido, el ser humano es parte integrante del fin u ordenamiento cósmico.  

En tal sentido se puede hablar de un rasgo fundamental del entendimiento andino, cual es el principio de relacionalidad. El ser andino vive este principio a través de las formas no lógicas como la reciprocidad, la complementariedad y la correspondencia en las dimensiones afectivas, ecológicas, éticas, estéticas y productivas.

En palabras de nuestro Vicepresidente, “Ayllu no solo es una organización de sociedad de seres humanos, ayllu es un sistema de organización de vida, de todo lo que existe, de lo que fluye en equilibrio en nuestro planeta. Estamos recuperando nuestros saberes de los códigos de la cultura de la vida, de los cánones civilizatorios, de una sociedad que vivía en íntima conexión con el cosmos, con la naturaleza y con la vida individual y colectiva”.

MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

MARÍA ESTHER MERCADO H.

Antropóloga y docente universitaria

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