Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 18 de abril de 2024
  • Actualizado 23:23

Año Nuevo Andino Amazónico y del Chaco

Año Nuevo Andino Amazónico y del Chaco

El año 2005 durante la presidencia de Carlos Mesa se promulgó una ley para declarar al año nuevo aymara como Patrimonio Intangible, Histórico y Cultural. El 2009 el gobierno de Evo Morales decretó feriado nacional cada 21 de junio, posteriormente el 2010 se cambió el nombre por Año Nuevo Andino Amazónico y el 2017 se quedaría con Año Nuevo Andino Amazónico y del Chaco. 

Pareciera complejo hablar de una celebración de año nuevo que englobe tres zonas geográficas distintas y que responda aparentemente a creencias y rituales de la zona andina, cuando en nuestro imaginario persiste un año nuevo regido por el calendario gregoriano creado en 1582. Entonces, ¿sobreponemos o reconocemos interculturalmente manifestaciones de sociedades prehispánicas? 

Para la sociedad aymara, el 21 de junio se iniciará el año 5529. Recordemos que el calendario aymara tiene 13 meses, porque son meses lunares. El arqueastrónomo peruano Carlos Milla hizo la aproximación en sus investigaciones basado en el cronista Guamán Poma de Ayala (1534), quien habla de cinco creaciones del mundo, que no son periodos exactos de 1.000 años, sino que duran entre 800 a 1.200 años.  

El antropólogo Cancio Mamani recuerda que cada 21 de junio, antes de que saliera el sol, sus padres lo llevaban a un cerro del ayllu Collana. En ese sitio, el más anciano de la comunidad realizaba un ritual de bienvenida al sol. Con el tiempo comprendió que ese día era el día cero, el día vacío en el que todos deben reflexionar. 

Importante señalar que si los andinos celebran el retorno del sol a la tierra, Machaq Mara o Willkakuti, deberíamos entender desde su cosmovisión y entendimiento geocéntrico. La teoría geocéntrica sitúa a la Tierra en el centro del universo, y a los astros, incluido el Sol, girando alrededor de la Tierra. El geocentrismo fue la visión del universo predominante en civilizaciones antiguas, entre ellas la babilónica. Fue en 1543 cuando Copérnico publicó la teoría heliocéntrica señalando lo contrario.  

Elías Caurey, me dice que en Tierras Bajas hablan del lucero del alba, otra representación vinculada a Venus, que no tiene connotación del retorno del sol; y el investigador guaraní paraguayo David Galeano relata sobre la celebración del nuevo año en luna llena de junio, cuando el Eichu, constelación de estrellas, se manifiesta antes del amanecer; significa que es el inicio del verdadero tiempo, cuando la naturaleza vuelve a nacer.  

Ahora bien, en Samaipata y otras poblaciones de Tierras Bajas, donde existe mucha influencia quechua por la expansión del imperio inca, además por el tema turístico, existen rituales de bienvenida al sol. Pero, los pueblos amazónicos que no tuvieron contacto con los incas, no celebran este ritual, además, en aquellos lugares hubo mucha influencia de la religión católica, en donde jesuitas y franciscanos invisibilizaron creencias y rituales, reduciendo a los indígenas en las Misiones. 

En suma, más allá de la intolerancia antiética, al pensar que esta celebración es invento, se debe pensar que es una forma política de rescatar ontológicamente el “ser” de los pueblos originarios desde la colonialidad del ser. Celebrar al sol, al lucero del alba, al Eichu o la luna, es más profundo; es renacer desde la negación hasta la afirmación identitaria. 

MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

MARÍA ESTHER MERCADO H.

Antropóloga y docente universitaria

[email protected]