Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 09:07

La ironía es una hermosa figura retórica. Significa que el sentido actual de una palabra es totalmente opuesto a su sentido literal. Por ejemplo, que tu apellido sea "Leyes" y que tus acciones sean totalmente opuestas a ellas.

Ironía es que tu slogan de campaña fue "haciendo bien las cosas" y que se haya vuelto en "metele nomás". Dar de baja la ordenanza que movía el Corso a la avenida Beijing para llevarlo otra vez al Prado o "permitir" las ampliaciones ilegales de casetas en La Cancha ilustran el tema.

La ironía está en que Cochabamba es la ciudad más contaminada de Bolivia, producto de emisiones del transporte o humo de ladrilleras y que la Alcaldía haya impuesto una restricción vehicular. Pero adivinen en quiénes no aplica. Mismo criterio para las ampliaciones de casetas en La Cancha. Adivinen en quienes tampoco aplican las penalidades por construir fuera de norma.

Ironía es pues que mientras otras ciudades hablan de movilidad urbana, de integración de servicios, de plataformas digitales, de buses eléctricos y promoción de la bici, Cochabamba entrega en bandeja a los sindicatos de transporte las rutas de una ciudad con el mayor parque automotor del país. 40% de los vehículos son transporte público. 

Ironía es que mientras la ciudad tiene urgencias con otra agenda como la contaminación atmosférica, contaminación acústica, producto de la mala/nula regulación de los locales nocturnos y/o "empresarios" del marketing que ponen su parlante a todo volumen, la necesidad de promover el turismo, de incentivar los emprendimientos locales, de promovernos como "Cocha Valley" o sede tecnológica de Bolivia para el mundo; los temas en agenda son la fase ciclotímica / pasivo agresiva / del “sí pero no” del Corso y sus consecuencias.

Irónico es pues que se haya hecho tanto esfuerzo para una "marca ciudad" que promueva el turismo de salud y de eventos, entre otros, y que ahora, la única marca que queda sea el loteamiento del Tunari o las calles invadidas por el comercio informal. 

Ironía es que el "Gobierno de la ciudad" se haya convertido en el "Gobierno de los sindicatos", que la “ciudad de todos” se haya convertido en la ciudad de pocos, de forajidos y dueños por apoyo de nuestros espacios. Esta no es una consigna contra la informalidad, sino un pedido de mejores condiciones para emprender. Tampoco es una consigna contra el Corso y sus adherentes, sino un llamado a la cordura para tener políticas serias de promoción al turismo y al desarrollo regional. Un momento, ¿acaso esas no son competencias del Alcalde? Ahí otra ironía.