Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 09:52

El ácido desoxirribonucleico (ADN) fue descubierto en 1869 por el médico suizo Friedrich Miescher. Fue motivo de intensas investigaciones, hasta 1953, cuando el polémico doctor James Dewey Watson descubrió la Doble Hélice, señalando una especie de biblioteca que contiene toda la historia de nuestros ancestros y que, si pudiera ser escrita en papel, tendría 262.000 páginas, de las cuales, solo 500 nos hacen únicos e irrepetibles. El resto nos iguala con toda la especie humana en un 99.9%.

Con la ciencia de nuestro lado, cualquiera diría que el racismo ha sido erradicado. Todo lo contrario. La empresa momondo.com cree que la mejor cura para dicho mal es viajar. Invitaron a 67 personas de diferentes culturas para un test de ADN. Muchos de ellos decían cosas como “soy 100% islandés, odio a los alemanes”, “soy el típico latino, los europeos no me representan” y así. Los reunieron y les presentaron los resultados uno por uno. El video es tan emotivo porque, pasan de la sorpresa a las lágrimas, al descubrir que nadie es puro, y que todos tienen raíces hasta en los lugares más remotos del mundo.

El racismo es un problema global y que nos ha tocado de frente. Sobran los motivos para no recordar esos episodios en Bolivia. Es por eso que, el año 2010 se promulgó la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación, desde la cual, se sanciona dicha práctica. Los últimos días han apelado fuertemente al término para hacer prevalecer una mirada sobre la otra. La miopía del Estado ante una otra Bolivia que culmina en un abrazo. Un astigmatismo donde pierden el enfoque desde que debes presentar tu CI para mostrar tu ciudad de origen, donde tu aspecto o forma de hablar siguen reforzando imaginarios negativos. Es un tema pendiente. Pero está claro que el racismo no se cura con violencia ni a dinamitazos, sino con el profundo ejercicio educativo, del encontrarse con los otros, de viajar, de abrir los ojos del alma pero no desde la ira y la afinidad política, sino desde la empatía. Que quede claro que pedir transparencia, honestidad, liderazgo y mensajes de paz a nuestras autoridades, no son signos de racismo, sino de ceguera de quienes no pueden leer tal mensaje. 

Me permito una sugerencia. Que la Ley 045 realicé un test de ADN a todo boliviano/a al obtener o renovar su carnet de identidad para mostrar su mapa genético a nivel nacional e internacional. No solamente develará científicamente nuestras raíces, sino también le pondrá fondo y forma con una pollera, un tacú, un casco de minero, una saya. Un documento que prueba que somos hijos de la misma tierra. La máxima romana de Julio César de “divide et impera”, se invalida con su opuesto, y que por cierto lo tienes en tus manos en forma de moneda. Un boliviano te enseña que “la unión hace la fuerza”.

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