Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:35

Escena 1

“Sé que nací un martes, no sé de qué mes ni de qué año.” Así comienza Osuman Umar su magnífica charla en el segmento Aprendemos Juntos del BBVA. Es de Ghana y cruzó el desierto africano hasta el mar buscando mejores condiciones de vida. Una vez allí, empezó la travesía hacia Europa en una barca. Todos murieron, menos él. Su historia es tan desgarradora que sorprende la tranquilidad con la que habla. Como quien ha encontrado la paz en un mundo enfurecido. En un perfecto español, cuenta su historia, ahora en Barcelona dirigiendo la fundación Nasco Feeding Minds para apoyar a su gente, a quienes se quedaron atrás. 

En momentos de frío y soledad, escucha esta charla. Sentirás otra vez un poco de calor en el alma.

Escena 2

Luna es una voluntaria de la Cruz Roja Española. Hace unos días le tocó asistir a un rescate de migrantes en el Mediterraneo, en la zona de Ceuta. Más de 1500 personas trataron de llegar a las costas, muchas nadando. Entre muertos y sollozos, un sobreviviente atinó a abrazarla y deshacerse en lágrimas. La escena es tan conmovedora que la foto se hizo viral por el mundo. Hasta ahí, una historia de fortaleza. Sin embargo, Luna tuvo que cerrar sus perfiles en redes sociales, por la inmensa cantidad de mensajes de odio por el hecho de “acoger un migrante”, por ser ilegal, roba trabajos, que no aporta, y un largo etcétera de adjetivos calificativos despectivos.. La miseria humana en su máxima expresión, ocultada detrás de la cobardía digital.

Y sin embargo, Luna es el ejemplo de lo que un simple acto puede lograr. 

Escena 3

Hace 20 años, viviendo en otra ciudad, salía de la casa de un amigo de madrugada. La calle vacía y el ambiente en calma. Caminando hacia un semáforo de pronto, y de la nada, un ruido llamó mi atención, un sistema de riego se activó y comenzó a irrigar un precioso jardín. Crucé la calle y me detuve a ver la escena. Alguien le daba mucho cariño a ese jardín. De pronto, y en segundos, un auto a toda velocidad terminó estrellándose en ese preciso semáforo. Tras el impacto, fragmentos suspendidos de silencio hasta que se abrieron las puertas. Unos jovenzuelos ebrios al volante. Yo temblaba. Estuve en ese semáforo momentos atrás. Hasta el día de hoy pienso en ese incidente. En esa fuerza que mueve la vida y más allá. Alguien está velando por ti.

Recuerdo una anécdota que me contó Mónica. Viviendo ella, también en otra ciudad, caminando un día en la calle, vio una persona con un cartel que decía “regalo abrazos” en una especie de campaña / experimento social. Y ella lo abrazó. 

Tiene sentido. Abrazar es volver al origen, a aferrarse de un cordón umbilical cósmico que nos recarga de energía. Precisamente eso nos falta. Hacer una tregua. Una pausa en el fuego cruzado de los bandos digitales. Al final de este fragmento de tiempo/espacio, no habrá una pregunta sobre si tuviste o no la razón, sobre si ganaste dinero o  lograste tus objetivos, la pregunta al final del túnel, será: ¿has abrazado lo suficiente? Te dejo la interrogante. En tiempo de vacunas, de despedidas y cuarentenas, el abrazo físico o virtual podrá rearmar los huesos rotos del alma.

PUNTO BO

MARCELO DURÁN V.

Docente y Consultor en Tecnología de la Información en la Agencia Bithumano

[email protected]

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