Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

Se escucha la cumbia a lo lejos. Hay una larga fila para entrar al show. La noche es joven y veremos a los Ángeles Azules. Delante mío, una joven madre carga con sus 2 pequeños, nerviosa, mirando hacia todo lado. Está haciendo fila para alguien más. Es parte de una “empresa” familiar que se dedica a reservar espacios. Fascinante. En Bolivia, hacer fila es un buen negocio.

Cambio de escenario. Similar situación. Estoy en Migración y debo hacer un trámite. Mientras espero que me atiendan, veo todo el ecosistema emprendedor que ha florecido alrededor, la señora que vende rellenos, los taxis a la puerta para ir al Banco Unión y pagar el valorado, y por supuesto, los tramitadores. En un rato hablamos de ellos. Detengo la mirada en una furgoneta parqueada. Hace fotocopias, imprime cartas, vende folders y, de paso, en la parte interior, es un estudio fotográfico. Un punto de atención móvil. Solo le falta el funcionario ahí dentro para que sea todo perfecto. Mientras tanto, pienso en mi otro trámite pendiente. Tengo que sacar un certificado de antecedentes.

Taxi. “Lléveme a la Policía, tengo que sacar un certificadito”. “No joven, (gracias por lo de joven) ya estás tarde, mejor andate donde las doctoritas que atiende ahí afuera”. Gracias por el dato. Efectivamente, la calle vacía, solo las víctimas de la grúa “pagando su aporte a la verde olivo”.

Al frente de la Policía, decenas de oficinas de “abogados varios”. Entro a la primera. “Random” como dicen los changos. “Doctorita, quería que me colabore con un temita”. Esa frase abre puertas. 

Siguiente escena. Estoy pagando el doble del precio del trámite original, pero me prometen el servicio completo. Vuelvo al día siguiente, certificado original, foto, huellas, firma. Sonrisa en la cara. Lo recomiendo. 5 estrellas. Pienso en el costo beneficio de tiempo haciendo fila vs lo que pagué. No hay donde perderse. Al salir, le digo “una pregunta, ¿y tramitan licencias de conducir? es para un amigo que reprobó 3 veces”. “Claro don Marcelo, pero sí o sí tiene que dar el examen, nosotros lo haremos pasar y cuesta tanto”. El precio me sorprende. Creo que me equivoqué de carrera, abriré una empresa de trámites. Qué rentabilidad. No. Un momento. Es ilegal. ¿O no? Estás en Bolivia. Hashtag metele nomás.

Siguiente escena. Estuve en Santiago hace unas semanas. Viajé por unos trámites (para no perder la costumbre). Al llegar, mi familia reunida “se hace contar el viaje”. Les digo que en el aeropuerto hay máquinas, tipo kiosco, para imprimir certificados del Registro Civil, que aceptan pago incluso con tarjeta y que funcionan 24/7. Les digo que todo es digital, que hay incluso, algo llamado Clave Única que te acredita para todo tipo de trámites con el Estado. Todo desde la web, nada desde la fila. Se sorprenden cuando les digo que Derechos Reales (allá Conservador de Bienes Raíces) es todo en línea y en PDF. Solo funciona en internet. Todo documento se solicita, paga y descarga en ese formato. 

Casi todos se sorprendieron. Menos mi papá. A él no le parecía interesante mi relato. Apenas hizo un gesto. Cuando terminé de contarles mis peripecias, me dijo: “tú estás mal, no estás entendiendo el tema”. Me quedé en shock. ¿Por qué pá? ¿por qué está mal pedir que la gente no haga fila y hacerle la vida más fácil? ¿por qué seguimos amando el sellito y la fotocopia de carnet? Me mira y me dice “es que si haces eso, ¿en qué van a trabajar los compañeros del partido que tanto apoyan en campaña?”.

No hallo fallas en su lógica, porque todo trámite “es personal”.

PUNTO BO

Marcelo Durán V.

Docente y Consultor en Tecnología de la Información en la Agencia Bithumano

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