Siempre he sido una persona que trata de evitar el riesgo, incluso antes de que apareciera el concepto de gestión del riesgo. Cuando tenía 15 años, paseaba un día por El Prado en el auto de mi papá. Para mi mala suerte en ese momento, un grupo de mis compañeros de colegio me vio pasar utilizando cinturón de seguridad, digo mala suerte, porque me hicieron lo que ahora se llama bullying, por mucho tiempo.

En una sociedad donde se premia al vivo, es muy común que el cumplir la norma, ser correcto y educado sea visto como una debilidad. Actualmente soy una de las personas que utiliza el barbijo absolutamente todo el tiempo; en mi trabajo, en el auto, en la calle y en mi casa. A mi pesar, en vez de sentir una aprobación y un soporte, lo que estoy sintiendo es una discrimación, donde las personas piensan que soy un exagerado. Cuando salgo a hacer las compras, observo que la gente no utiliza su barbijo y cuando les reclamo y pido que se lo coloquen, ellos se enojan y me miran como si yo estuviera loco, haciéndome sentir mal. Pero  cuando me imagino que existe la probabilidad de que me enferme, tenga problemas y no haya capacidad hospitalaria para atenderme, se me pasa. Y es que en una situación donde el único remedio efectivamente comprobado es utilizar barbijo, distancia social y lavarse las manos, no entiendo cómo el cumplir la norma puede verse inclusive de forma rara o maleducada.

El mejor acto de educación es usar el barbijo. Es por eso que yo lo uso en todo momento, para cuidar lo más importante que tengo que es mi cuerpo; pero porque también me interesa cuidarte a ti.

# ACTUARENVEZDEHABLAR
MANUEL LAREDO GARNICA
Emprendedor Social en Economía Circular
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