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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Gobernar con odio o construir democracia

Gobernar con odio o construir democracia

Tenemos fijada en la memoria el día en que Evo Morales y Álvaro García Linera asumían el primer mandato que les otorgó el pueblo mediante voto popular. Al primero, porque desde su condición de dirigente sindical de los productores de coca construyó una imagen de hombre pobre,  sencillo, comprometido con las causas sociales, dispuesto a alcanzar mejores días para su gente;  al segundo, porque había aprendido de memoria algunos textos de los clásicos del marxismo y el indigenismo aimara y los repetía aparentando gran solvencia intelectual con la que despertó las añoranzas de antiguos militantes de la izquierda, especialmente de aquellos  que se habían quedado frustrados con las derrotas de Ñancahuazú, Teoponte y algunas acciones de terrorismo urbano sin mayor trascendencia, incluidas las del EGTK que le costó unos años de prisión al flamante vicepresidente. Esta combinación entre una persona carente de instrucción, pero muchas ganas de ejercer el poder y otra de clase media educada en los mejores colegios privados, dispuesta a alcanzar sus sueños de ascenso económico y social, fue fórmula perfecta para encandilar a un pueblo que a lo largo de su historia solo ha vivido frustraciones.

Sin embargo, la gran alegría y expectativa tanto para los que votaron por el binomio y el beneficio de la duda que les daban algunos que no lo hicieron, el primer discurso de Evo Morales fue espeluznante por la cantidad de mentiras victimizantes, la abundancia de insultos y amenazas a los invitados, entre otros, a quien posteriormente sería su víctima mortal, el Ing. José María Bakovic  o el expresidente Jaime Paz Zamora y otros más; no se privó de lanzar raudales de resentimiento por ser pobre e indígena y su deseo de cobrarse una a una las carencias que soportó en su infancia. Muy consecuente con lo dicho a lo largo de los tres lustros de gobierno, no solo se cobró con creces todas sus carencia económicas, intelectuales, afectivas y otras, sino que el binomio dio el gran salto a la cúspide, la bonanza y el lujo, dejando de lado su identificación con los pobres. En lugar de llenar las ollas del pobre con alimentos, generar empleos dignos, asegurar educación y salud para todos, ostentaron los lujos que les proporcionaba el poder, machacaron día a día con dosis de odio contra los que identificaban como “enemigos.

Hoy, tenemos formalmente otro presidente, pero la retahíla del odio no cambia, contra los ricos, contra los cambas, contra los de piel más clara, contra los que no adoran al Che ni Fidel, no gritan “patria o muerte”, contra los que piden democracia y respeto a la Constitución. ¿No será posible gobernar sin tanto odio y construir sostenidamente democracia?

DE FRENTE

JULIETA MONTAÑO S.

Abogada. Defensora de Derechos Humanos

julietamontañ[email protected]

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